domingo, 31 de julio de 2011
miércoles, 13 de julio de 2011
NO HAY MOVIMIENTO DE PLACAS, SINO AUMENTO DE VOLUMEN DE LA TIERRA
Como digo en mi libro Propiedades de la Materia Cósmica, la primera teoría dentro de las muchas referentes al estudio de las ciencias de la Tierra y del cielo que no fui capaz de entender cuando me introduje en el estudio de estas ciencias, fue aquella con la que los científicos en geología trataban de dar solución al problema que el alemán Alfred Wegener dio a conocer a principios del pasado siglo con el nombre de deriva continental, que después fue cambiado por el de tectónica de placas ya que para los geólogos, la causa de que los continentes se estén separando sería debido a que las placas tectónicas en que los continentes se encuentran se estarían moviendo y cambiando constante y lentamente de situación unas con respecto a otras aunque de manera muy lenta, por lo que éstas podrían aproximarse en unos casos y alejarse en otros, e incluso meterse unas placas debajo de otras, para lo que habría que suponer, como así hicieron, que tales placas tectónicas tendrían bordes constructivos, que serían aquellos en los que se construye corteza oceánica, y bordes destructivos, que serían otros supuestos bordes que en lugar de construir corteza, lo que harían sería destruirla.
Como podemos ver, esta teoría se contradice a sí misma porque el hecho de que dos continentes se estén separando demuestra que en el océano que entre ellos se encuentra existe una dorsal en la que se está construyendo corteza oceánica. Si en uno de los extremos de la supuesta placa hubiera un borde destructivo, donde la corteza construida en la dorsal se estuviera destruyendo, se estaría anulando la corteza construida en la dorsal, por lo que los continentes no estarían separándose. Por otra parte, no parece razonable que en una Tierra en la que se producen presiones internas tan fuertes que hacen que la corteza se fracture, separándose por ello los continentes, pueda al mismo tiempo introducirse corteza oceánica dentro del manto terrestre, que es precisamente el lugar donde la presión empuja hacia arriba a la litosfera y hace que ésta se fracture: presión que se produce porque la materia caliente que se encuentra dentro de la litosfera está aumentando de volumen. En cualquier caso, la solución al problema de la separación de los continentes no podríamos encontrarla en el movimiento de las placas por la sencilla razón de que las placas litosféricas no existen como tales puesto que la litosfera de la Tierra está compuesta de una sola pieza y tiene además gran espesor y dureza. Existen eso sí, zonas alargadas de mayor actividad geológica, en las que con frecuencia se producen terremotos, y en las que abundan los volcanes activos. Estas zonas circundan o casi circundan a otras de mayor estabilidad geológica, por lo que los geólogos les han dado el nombre de placas: pero por supuesto que no pueden moverse en horizontal, y menos si cabe introducirse unas debajo de otras.
Que los geólogos hayan creído que las placas podrían moverse, no sólo se debe a la comprobada separación de los continentes, sino también a que se han encontrado lugares próximos al ecuador, en los que hay huellas inequívocas de que tales terrenos habrían estado en otro tiempo bajo los hielos polares. También en el lugar en que actualmente se encuentra el polo sur se han encontrado fósiles de reptiles que vivieron hace 200 millones de años; lo que indica que tales zonas gozaban en aquel tiempo de un clima suave o incluso caluroso.
En cuanto a la posibilidad de que una placa pueda introducirse debajo de otra, como así nos dice la tectónica de placas, hemos de decir que tal creencia, al menos en gran parte se debe al descubrimiento de un fenómeno que se produce en lugares en los que en el terreno costero y sus proximidades, existe una gran diferencia de nivel entre las tierras que están cubiertas por el agua y las que junto a éstas están emergidas, donde como caso típico de este tipo de costa, podemos citar la fosa de Atacama, en la que junto a la orilla del océano se encuentra la cordillera de los Andes, y junto a esta cordillera está la referida fosa de Atacama.
Si hacemos una observación a lo largo de toda la costa que corresponde a esta fosa, veremos que los sedimentos del fondo marino están en muchos casos aprisionados por la base de las montañas costeras, y no sólo esto, sino que dichos sedimentos se encuentran a veces arrollados hacia atrás.
Tanto el hecho de que los sedimentos marinos estén aprisionados bajo las montañas que están justo en la costa, como la circunstancia añadida de que tales sedimentos estén arrollados hacia atrás, hizo pensar a los geólogos que ambas cosas serían debidas a que los sedimentos habrían sido incrustado y desformados bajo las montañas al introducirse bajo éstas la placa sobre la que tales sedimentos cabalgan. Sin embargo, si estudiamos este fenómeno más en profundidad y analizamos bien todas las circunstancias, no tardaremos en convencernos de que lo que ocurre es justo lo contrario: son las montañas que están junto al océano las que al formarse o al aumentar su volumen se han situado sobre los sedimentos y los han arrollado y deformado. ¿Por qué sucede esto? Esto sucede porque cuando una montaña se forma o aumenta de volumen, es porque previamente se ha formado un foco de presión a más o menos profundidad en el interior de la Tierra. Este foco, compuesto de magma, ejerce presión con la misma intensidad hacia todas las direcciones de su contorno, pero la parte que cede como es lógico, es la que queda en dirección a la superficie, que es por donde al ceder hacia arriba el terreno, puede liberarse la energía acumulada y desaparecer por ello la presión. La parte de terreno que se eleva estará sobre la vertical del foco de presión salvo que por motivos basados en la resistencia del terreno pueda desviarse algo de dicha vertical; si bien en casos muy especiales, la parte de terreno que cede puede estar 60 ó 70 grados o incluso más, desviado de la línea vertical del foco de presión. Pongamos un ejemplo eligiendo para ello la referida fosa de Atacama, que como sabemos limita con la cordillera de los Andes.
Entre los puntos más altos de la cordillera de los Andes y los más bajos de la fosa de Atacama, existe una diferencia de nivel de más de 14000 metros; por lo que si apareciera a corta distancia tierra adentro de la costa un foco de presión, habría más posibilidad de que el abultamiento del terreno se produjera bajo el agua de la costa junto al continente que en las tierras que estuvieran sobre la vertical del foco de presión, aunque el lugar del fondo de la costa bajo el agua estuviera algo más retirado del foco de presión que el terreno que estuviera sobre la vertical de dicho foco. Esto se debe a que en una elevación del terreno en vertical, las fuerzas endógenas tienen que vencer la resistencia que ofrecen las rocas al romperse más la del peso de éstas; pero esta última resistencia, como podemos imaginar no existe cuando las rocas se mueven en dirección horizontal. Estos movimientos en horizontal, ocurridos una y otra vez en la base del talud de la fosa, es de suponer que debieron arrollar y deformar a los sedimentos marinos al desplazarse sobre ellos las rocas que formaran la pared de dicho talud.
Movimientos de esta índole sufridos en las rocas que componen la litosfera de nuestro planeta, es fácil de entender que existen y que han existido, por lo que no tenemos necesidad de suponer que las deformaciones de estos sedimentos se deban a que el fondo oceánico se esté introduciendo debajo del continente
Tanto en las ciencias de astronomía como en las de geología, los científicos han topado con un problema en cada una de ellas que no han sabido resolver; y creo que en ambos casos han cometido el mismo error: pensar de forma pertinaz y obsesiva en una única idea creyendo que en ella estaba la solución. Así, para los astrónomos, la solución al problema de la energía que produce el Sol y todas las estrellas estaba como sabemos en las reacciones nucleares del hidrógeno: problema este en cuya solución he colaborado al escribir el artículo que envié a la Sra. Ministra de Ciencia e Innovación para que a su vez lo enviara a más de una docena de científicos tanto astrónomos como geólogos por si entre ellos había quienes se interesaran por este nuevo modelo de formación de energía en los astros: un modelo al que yo llamo de energía renovable, ya que de la manera que explico, la materia puede convertirse en energía tantas veces como sea preciso, sin que para ello tenga que deteriorarse el Universo por el alto consumo de hidrógeno que el otro modelo requiere. Un consumo que no ha podido existir porque si así fuera, la materia de la cual está formado el cosmos, no sería hidrógeno en más del 80% como así lo indican los estudios realizados al respecto, ya que en este caso se habría consumido todo este gas hace mucho tiempo.
El problema principal no resuelto por los geólogos, radica fundamentalmente en los supuestos movimientos de las supuestas placas litosféricas; problema al que pretendo quedar resuelto en este artículo.
Para resolver muchos de los problemas que aún quedaban pendientes de solución en geología, hemos de empezar por darnos cuenta de que la Tierra aumenta de volumen. Sobre el por qué se produce este aumento de volumen y cuales son las pruebas que nos permiten llegar a la conclusión de que tal aumente existe, no haremos ninguna referencia en este artículo porque todo ello creo que queda aclarado en el libro Propiedades de la Materia Cósmica, donde además de mostrar muchas pruebas evidentes de que tal aumento existe, explico las razones por las que tal aumento de volumen se produce.
Así pues, la separación de los continentes no es sino la consecuencia de ese aumento de volumen, realizado casi exclusivamente en las dorsales oceánicas, donde se construye fondo oceánico; por lo que podemos dar ese problema por resuelto.
Otro problema que queda perfectamente resuelto si aceptamos el aumento de volumen de la Tierra, es el que nos presentan los distintos lugares de la superficie continental, en los que está demostrado que sobre ellos estuvo alguno de los polos geográficos en el pasado de hace cientos de millones de años. En estos casos, el polo de uno u otro hemisferio estuvo justo en el lugar donde indican las pruebas; después, la Tierra fue aumentando de volumen, y el polo, que no es otra cosa que el lugar de cada hemisferio en el que con mayor oblicuidad chocan contra la superficie terrestre los rayos solares, tuvo que ir desplazándose hacia la zona del planeta que se hubiera colocado más al sur o más al norte, según correspondiera al hemisferio al que el polo perteneciera, y para que esto suceda sólo tiene que aumentar la Tierra de volumen.
Vemos pues que no se trasladaron las supuestas placas litosféricas de un lugar a otro, sino que permanecieron donde habían estado siempre. Lo que sí les sucedió tanto a las tierras en las que habían estado situados los polos como en las que no, es que sin moverse en absoluto cambiaron de situación geográfica, que es como podemos observar lo que ha sucedido en aquellas tierras donde estuvieron los polos. También es evidente que estos cambios de situación geográfica de las tierras fueron en unos casos de distancias más largas y de movimientos más rápidos que en otros; lo que se debió a la velocidad de formación de fondo oceánico que obligara a desplazarse de lugar al polo.
Por poner un ejemplo tenemos al polo sur, que hace 200 millones de años estaba en el África suroriental, a unos 2000 Km. aproximadamente al sur del lugar en que ahora está el ecuador. La distancia a la que hoy se encuentran del ecuador los polos es de 10000 Km., que es como sabemos la longitud de un cuadrante del meridiano terrestre: longitud que no sabemos cual sería en aquel tiempo; si bien sabemos que el polo sur se ha desviado en este sentido unos 8000 Km.; pero esto no nos da una razón para pensar que el perímetro de la Tierra haya aumentado 32000 Km., que es lo que correspondería en el supuesto de que cada cuadrante hubiera aumentado 8000 Km., que es lo que ha aumentado la Tierra en este lugar.
Lo que parece haber sucedido en este caso, es que la fractura que se abrió en torno a la Antártida, era lo que podemos llamar un nuevo modelo de formación de litosfera en el que sólo se construye fondo oceánico; a la vez que también era y es más fácil de construirse. Ello se debe a que en este modelo de formación de litosfera entraron en juego una serie de fracturas cruzadas, como son la falla principal y las fallas transformantes, que al cruzarse aquella con éstas forman un mosaico compuesto de microplacas, aptas para separarse entre sí creando nueva corteza, para lo que también estas placas tienen que alejarse del centro de la Tierra, permitiendo con ello que ésta aumente su volumen y su superficie.
Este modelo de formación, mucho más eficaz que el de las intrusiones de magma dentro de la litosfera, que era el que hasta entonces había permanecido en las viejas tierras continentales, se instaló alrededor de un continente, en cuyo centro se encuentra hoy el polo sur. Esta es la razón de que casi todo el fondo oceánico que se ha formado mediante el modelo de fallas cruzadas, pertenezca al hemisferio austral. En el boreal no sólo hay menos superficie oceánica que en su hemisferio opuesto sino que además, una buena parte de estos fondos oceánicos son tierras continentales que se hundieron en el cataclismo por el que desaparecieron los dinosaurios y se formaron las montañas de la serie alpina: cataclismo que se produjo según todo parece indicar como consecuencia, del meteorito que cayó en la península de Yucatán hace 65 millones de años.
Creo que estas novedosas teorías dicen mucho sobre la verdad del por qué de la separación de los continentes, así como de los movimientos de los polos geográficos además de otras cosas, y queda bien a las claras que la Tierra aumenta de volumen. Esta es una realidad que se hace patente además en múltiples pruebas que lo acreditan.
Todo esto altera sin duda de forma muy significativa el conocimiento que teníamos de nuestro planeta, que junto con la nueva forma hallada de producirse la energía en los astros, nos obliga a cambiar los conceptos equivocados que hasta ahora teníamos de la Tierra y del cielo. Mi pregunta para los científicos en astronomía y en geología es:
¿Por qué siguen negando y rechazando verdades demostradas o que se pueden demostrar, mientras se aferran a unas teorías que más que de ideas podemos calificarlas en algunos casos, de elucubraciones carentes de toda lógica y rigor científico? Tal es así que ni tan siquiera se han atrevido a debatir ninguna de entre las muchas ideas que les presento. Pero creo que el hecho de que yo haya desarrollado estas ideas desde mi condición de autodidacta, no debería ser motivo para negarles el mérito que puedan tener. Más bien podríamos decir lo contrario; deberían tener un valor añadido puesto que siendo como son sólo el producto de mi raciocinio, mi calidad como crítico al no aceptar ciertas teorías aprobadas por la comunidad científica mundial, así como mi capacidad como investigador a la hora de encontrar la solución correcta a muchos de estos problemas, pone de manifiesto que incluso sin estudios he encontrado y he resuelto tales problemas; los mismos que aún estaban sin solucionar a pesar de los esfuerzos que sin duda han hecho científicos investigadores de fama mundial. Prueba de ello es que mis ideas han profundizado en estas ciencias más y mejor que todas las demás. Estas ideas descubrimientos están ahí en espera de ser aceptadas; pero mientras se deciden quienes deben hacerlo, me ha parecido oportuno hacerlas llegar al público de la mejor manera posible; que es haciéndoles llegar este y otros artículos.
Como podemos ver, esta teoría se contradice a sí misma porque el hecho de que dos continentes se estén separando demuestra que en el océano que entre ellos se encuentra existe una dorsal en la que se está construyendo corteza oceánica. Si en uno de los extremos de la supuesta placa hubiera un borde destructivo, donde la corteza construida en la dorsal se estuviera destruyendo, se estaría anulando la corteza construida en la dorsal, por lo que los continentes no estarían separándose. Por otra parte, no parece razonable que en una Tierra en la que se producen presiones internas tan fuertes que hacen que la corteza se fracture, separándose por ello los continentes, pueda al mismo tiempo introducirse corteza oceánica dentro del manto terrestre, que es precisamente el lugar donde la presión empuja hacia arriba a la litosfera y hace que ésta se fracture: presión que se produce porque la materia caliente que se encuentra dentro de la litosfera está aumentando de volumen. En cualquier caso, la solución al problema de la separación de los continentes no podríamos encontrarla en el movimiento de las placas por la sencilla razón de que las placas litosféricas no existen como tales puesto que la litosfera de la Tierra está compuesta de una sola pieza y tiene además gran espesor y dureza. Existen eso sí, zonas alargadas de mayor actividad geológica, en las que con frecuencia se producen terremotos, y en las que abundan los volcanes activos. Estas zonas circundan o casi circundan a otras de mayor estabilidad geológica, por lo que los geólogos les han dado el nombre de placas: pero por supuesto que no pueden moverse en horizontal, y menos si cabe introducirse unas debajo de otras.
Que los geólogos hayan creído que las placas podrían moverse, no sólo se debe a la comprobada separación de los continentes, sino también a que se han encontrado lugares próximos al ecuador, en los que hay huellas inequívocas de que tales terrenos habrían estado en otro tiempo bajo los hielos polares. También en el lugar en que actualmente se encuentra el polo sur se han encontrado fósiles de reptiles que vivieron hace 200 millones de años; lo que indica que tales zonas gozaban en aquel tiempo de un clima suave o incluso caluroso.
En cuanto a la posibilidad de que una placa pueda introducirse debajo de otra, como así nos dice la tectónica de placas, hemos de decir que tal creencia, al menos en gran parte se debe al descubrimiento de un fenómeno que se produce en lugares en los que en el terreno costero y sus proximidades, existe una gran diferencia de nivel entre las tierras que están cubiertas por el agua y las que junto a éstas están emergidas, donde como caso típico de este tipo de costa, podemos citar la fosa de Atacama, en la que junto a la orilla del océano se encuentra la cordillera de los Andes, y junto a esta cordillera está la referida fosa de Atacama.
Si hacemos una observación a lo largo de toda la costa que corresponde a esta fosa, veremos que los sedimentos del fondo marino están en muchos casos aprisionados por la base de las montañas costeras, y no sólo esto, sino que dichos sedimentos se encuentran a veces arrollados hacia atrás.
Tanto el hecho de que los sedimentos marinos estén aprisionados bajo las montañas que están justo en la costa, como la circunstancia añadida de que tales sedimentos estén arrollados hacia atrás, hizo pensar a los geólogos que ambas cosas serían debidas a que los sedimentos habrían sido incrustado y desformados bajo las montañas al introducirse bajo éstas la placa sobre la que tales sedimentos cabalgan. Sin embargo, si estudiamos este fenómeno más en profundidad y analizamos bien todas las circunstancias, no tardaremos en convencernos de que lo que ocurre es justo lo contrario: son las montañas que están junto al océano las que al formarse o al aumentar su volumen se han situado sobre los sedimentos y los han arrollado y deformado. ¿Por qué sucede esto? Esto sucede porque cuando una montaña se forma o aumenta de volumen, es porque previamente se ha formado un foco de presión a más o menos profundidad en el interior de la Tierra. Este foco, compuesto de magma, ejerce presión con la misma intensidad hacia todas las direcciones de su contorno, pero la parte que cede como es lógico, es la que queda en dirección a la superficie, que es por donde al ceder hacia arriba el terreno, puede liberarse la energía acumulada y desaparecer por ello la presión. La parte de terreno que se eleva estará sobre la vertical del foco de presión salvo que por motivos basados en la resistencia del terreno pueda desviarse algo de dicha vertical; si bien en casos muy especiales, la parte de terreno que cede puede estar 60 ó 70 grados o incluso más, desviado de la línea vertical del foco de presión. Pongamos un ejemplo eligiendo para ello la referida fosa de Atacama, que como sabemos limita con la cordillera de los Andes.
Entre los puntos más altos de la cordillera de los Andes y los más bajos de la fosa de Atacama, existe una diferencia de nivel de más de 14000 metros; por lo que si apareciera a corta distancia tierra adentro de la costa un foco de presión, habría más posibilidad de que el abultamiento del terreno se produjera bajo el agua de la costa junto al continente que en las tierras que estuvieran sobre la vertical del foco de presión, aunque el lugar del fondo de la costa bajo el agua estuviera algo más retirado del foco de presión que el terreno que estuviera sobre la vertical de dicho foco. Esto se debe a que en una elevación del terreno en vertical, las fuerzas endógenas tienen que vencer la resistencia que ofrecen las rocas al romperse más la del peso de éstas; pero esta última resistencia, como podemos imaginar no existe cuando las rocas se mueven en dirección horizontal. Estos movimientos en horizontal, ocurridos una y otra vez en la base del talud de la fosa, es de suponer que debieron arrollar y deformar a los sedimentos marinos al desplazarse sobre ellos las rocas que formaran la pared de dicho talud.
Movimientos de esta índole sufridos en las rocas que componen la litosfera de nuestro planeta, es fácil de entender que existen y que han existido, por lo que no tenemos necesidad de suponer que las deformaciones de estos sedimentos se deban a que el fondo oceánico se esté introduciendo debajo del continente
Tanto en las ciencias de astronomía como en las de geología, los científicos han topado con un problema en cada una de ellas que no han sabido resolver; y creo que en ambos casos han cometido el mismo error: pensar de forma pertinaz y obsesiva en una única idea creyendo que en ella estaba la solución. Así, para los astrónomos, la solución al problema de la energía que produce el Sol y todas las estrellas estaba como sabemos en las reacciones nucleares del hidrógeno: problema este en cuya solución he colaborado al escribir el artículo que envié a la Sra. Ministra de Ciencia e Innovación para que a su vez lo enviara a más de una docena de científicos tanto astrónomos como geólogos por si entre ellos había quienes se interesaran por este nuevo modelo de formación de energía en los astros: un modelo al que yo llamo de energía renovable, ya que de la manera que explico, la materia puede convertirse en energía tantas veces como sea preciso, sin que para ello tenga que deteriorarse el Universo por el alto consumo de hidrógeno que el otro modelo requiere. Un consumo que no ha podido existir porque si así fuera, la materia de la cual está formado el cosmos, no sería hidrógeno en más del 80% como así lo indican los estudios realizados al respecto, ya que en este caso se habría consumido todo este gas hace mucho tiempo.
El problema principal no resuelto por los geólogos, radica fundamentalmente en los supuestos movimientos de las supuestas placas litosféricas; problema al que pretendo quedar resuelto en este artículo.
Para resolver muchos de los problemas que aún quedaban pendientes de solución en geología, hemos de empezar por darnos cuenta de que la Tierra aumenta de volumen. Sobre el por qué se produce este aumento de volumen y cuales son las pruebas que nos permiten llegar a la conclusión de que tal aumente existe, no haremos ninguna referencia en este artículo porque todo ello creo que queda aclarado en el libro Propiedades de la Materia Cósmica, donde además de mostrar muchas pruebas evidentes de que tal aumento existe, explico las razones por las que tal aumento de volumen se produce.
Así pues, la separación de los continentes no es sino la consecuencia de ese aumento de volumen, realizado casi exclusivamente en las dorsales oceánicas, donde se construye fondo oceánico; por lo que podemos dar ese problema por resuelto.
Otro problema que queda perfectamente resuelto si aceptamos el aumento de volumen de la Tierra, es el que nos presentan los distintos lugares de la superficie continental, en los que está demostrado que sobre ellos estuvo alguno de los polos geográficos en el pasado de hace cientos de millones de años. En estos casos, el polo de uno u otro hemisferio estuvo justo en el lugar donde indican las pruebas; después, la Tierra fue aumentando de volumen, y el polo, que no es otra cosa que el lugar de cada hemisferio en el que con mayor oblicuidad chocan contra la superficie terrestre los rayos solares, tuvo que ir desplazándose hacia la zona del planeta que se hubiera colocado más al sur o más al norte, según correspondiera al hemisferio al que el polo perteneciera, y para que esto suceda sólo tiene que aumentar la Tierra de volumen.
Vemos pues que no se trasladaron las supuestas placas litosféricas de un lugar a otro, sino que permanecieron donde habían estado siempre. Lo que sí les sucedió tanto a las tierras en las que habían estado situados los polos como en las que no, es que sin moverse en absoluto cambiaron de situación geográfica, que es como podemos observar lo que ha sucedido en aquellas tierras donde estuvieron los polos. También es evidente que estos cambios de situación geográfica de las tierras fueron en unos casos de distancias más largas y de movimientos más rápidos que en otros; lo que se debió a la velocidad de formación de fondo oceánico que obligara a desplazarse de lugar al polo.
Por poner un ejemplo tenemos al polo sur, que hace 200 millones de años estaba en el África suroriental, a unos 2000 Km. aproximadamente al sur del lugar en que ahora está el ecuador. La distancia a la que hoy se encuentran del ecuador los polos es de 10000 Km., que es como sabemos la longitud de un cuadrante del meridiano terrestre: longitud que no sabemos cual sería en aquel tiempo; si bien sabemos que el polo sur se ha desviado en este sentido unos 8000 Km.; pero esto no nos da una razón para pensar que el perímetro de la Tierra haya aumentado 32000 Km., que es lo que correspondería en el supuesto de que cada cuadrante hubiera aumentado 8000 Km., que es lo que ha aumentado la Tierra en este lugar.
Lo que parece haber sucedido en este caso, es que la fractura que se abrió en torno a la Antártida, era lo que podemos llamar un nuevo modelo de formación de litosfera en el que sólo se construye fondo oceánico; a la vez que también era y es más fácil de construirse. Ello se debe a que en este modelo de formación de litosfera entraron en juego una serie de fracturas cruzadas, como son la falla principal y las fallas transformantes, que al cruzarse aquella con éstas forman un mosaico compuesto de microplacas, aptas para separarse entre sí creando nueva corteza, para lo que también estas placas tienen que alejarse del centro de la Tierra, permitiendo con ello que ésta aumente su volumen y su superficie.
Este modelo de formación, mucho más eficaz que el de las intrusiones de magma dentro de la litosfera, que era el que hasta entonces había permanecido en las viejas tierras continentales, se instaló alrededor de un continente, en cuyo centro se encuentra hoy el polo sur. Esta es la razón de que casi todo el fondo oceánico que se ha formado mediante el modelo de fallas cruzadas, pertenezca al hemisferio austral. En el boreal no sólo hay menos superficie oceánica que en su hemisferio opuesto sino que además, una buena parte de estos fondos oceánicos son tierras continentales que se hundieron en el cataclismo por el que desaparecieron los dinosaurios y se formaron las montañas de la serie alpina: cataclismo que se produjo según todo parece indicar como consecuencia, del meteorito que cayó en la península de Yucatán hace 65 millones de años.
Creo que estas novedosas teorías dicen mucho sobre la verdad del por qué de la separación de los continentes, así como de los movimientos de los polos geográficos además de otras cosas, y queda bien a las claras que la Tierra aumenta de volumen. Esta es una realidad que se hace patente además en múltiples pruebas que lo acreditan.
Todo esto altera sin duda de forma muy significativa el conocimiento que teníamos de nuestro planeta, que junto con la nueva forma hallada de producirse la energía en los astros, nos obliga a cambiar los conceptos equivocados que hasta ahora teníamos de la Tierra y del cielo. Mi pregunta para los científicos en astronomía y en geología es:
¿Por qué siguen negando y rechazando verdades demostradas o que se pueden demostrar, mientras se aferran a unas teorías que más que de ideas podemos calificarlas en algunos casos, de elucubraciones carentes de toda lógica y rigor científico? Tal es así que ni tan siquiera se han atrevido a debatir ninguna de entre las muchas ideas que les presento. Pero creo que el hecho de que yo haya desarrollado estas ideas desde mi condición de autodidacta, no debería ser motivo para negarles el mérito que puedan tener. Más bien podríamos decir lo contrario; deberían tener un valor añadido puesto que siendo como son sólo el producto de mi raciocinio, mi calidad como crítico al no aceptar ciertas teorías aprobadas por la comunidad científica mundial, así como mi capacidad como investigador a la hora de encontrar la solución correcta a muchos de estos problemas, pone de manifiesto que incluso sin estudios he encontrado y he resuelto tales problemas; los mismos que aún estaban sin solucionar a pesar de los esfuerzos que sin duda han hecho científicos investigadores de fama mundial. Prueba de ello es que mis ideas han profundizado en estas ciencias más y mejor que todas las demás. Estas ideas descubrimientos están ahí en espera de ser aceptadas; pero mientras se deciden quienes deben hacerlo, me ha parecido oportuno hacerlas llegar al público de la mejor manera posible; que es haciéndoles llegar este y otros artículos.
Antonio Cuenda García. TEL. 925523239-635542550
C/ Sauces 4 Urb. Villeriche 45230 Numancia de la Sagra Toledo 28 de mayo de 2011
Mi página web: http://eureka.ya.com/a-cuenda
Correo electrónico: antoniocuenda1935@gmail.com
C/ Sauces 4 Urb. Villeriche 45230 Numancia de la Sagra Toledo 28 de mayo de 2011
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LA LUZ Y EL CALOR QUE PRODUCEN LOS ASTROS, TIENE SU ORIGEN EN LA ENERGÍA RENOVABLE QUE SE REPRODUCE EN LOS ÁTOMOS DE TODO ELEMENTO QUÍMICO
De entre las teorías de astronomía y de geología que no se sostienen, podríamos citar varias, todas ellas de gran importancia.
Para algunas de estas teorías hemos encontrado las alternativas que ya presento en mi libro, Propiedades de la Materia Cósmica, por lo que en estas líneas nos vamos a referir casi exclusivamente a la teoría que trata de la formación y la conservación del calor en los astros, que en el nuevo modelo que aquí se expone, podemos ver claramente que los astros no necesitan consumir hidrógeno para producir energía. Así pues, desechemos la actual teoría que supone que el calor en el Sol y en las estrellas se produce por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno, y pongamos en su lugar la que podríamos llamar: Teoría de la destrucción y reconstrucción de los átomos, o también; Teoría de la alteración del estado físico de la materia En este modelo de formación de energía, no son sólo los átomos de hidrógeno los que la producen, sino también todos los del resto de elementos químicos que componen el cosmos; y por esta misma razón, no sólo se produce y se conserva la energía en los astros que están compuestos mayormente de hidrógeno, como son las estrellas, sino también en aquellos en los que este gas no existe en absoluto, o existe en mínima cantidad, como son los planetas del tipo telúrico; entre ellos la Tierra sin ir más lejos, donde el poco hidrógeno que tenía cuando se formó, afortunadamente sigue teniéndolo, ya que de lo contrario no existiría en ella la vida biológica puesto que no habría agua, compuesta en gran parte de este gas, y sin agua en la Tierra tampoco habría vida en ella, al menos en la forma que la conocemos. Así pues, el calor que la Tierra tiene en su interior, es un error atribuirlo a la radiactividad de ciertos elementos radiactivos. De ser así, habría que preguntarse: ¿por qué se han enfriado las capas más externas del globo terráqueo, mientas que las internas están más calientes cuanto más profundas se encuentran? Esto sucede precisamente porque las capas más internas tienen sus átomos más degenerados, o lo que es igual, más atrasados en su reconstrucción.
Está claro que mis ideas de que los átomos se destruyen por medio de las altas presiones, y que esta destrucción de los átomos eleva la temperatura de la materia hasta convertirla en energía, no están ni reconocidas ni aceptadas por unos pocos científicos que han tenido acceso a esta información. Los mismos que sí aceptan, o mejor dicho, fingen que aceptan la teoría de la formación del calor en Sol y en las estrellas por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno. Y digo fingen porque creo que ninguna persona que tenga un mínimo de conocimiento en estas ciencias, puede decir después de conocer las nuevas ideas a este respecto, que continúa siendo fiel defensor de la teoría de las reacciones nucleares del hidrógeno en la formación y la conservación de la energía en los astros. Si estas ideas no están reconocidas y aceptadas por los pocos científicos a quienes se las he dado a conocer, no es porque no lo merezcan. Si por eso fuera les sería fácil refutarlas. Pero eso no lo pueden hacer porque si hacen una evaluación de estas nuevas ideas frente a las teorías vigentes, se demostraría que algunas de las viejas teorías están basadas en parte en elucubraciones carentes de todo sentido de la razón y de la lógica; resultando por ello ser chapuzas científicas que no se sostienen. Y al decir chapuzas científicas no sólo me refiero a la teoría del calor en los astros, sino también a otras, tanto de astronomía como de geología, contra las cuales y en favor de la razón, he puesto durante mucho tiempo toda mi capacidad intuitiva e intelectual, logrando con ello acercar mucho nuestros conocimientos a lo que es la verdadera estructura de la Tierra, su vida, su historia y su evolución; y también, aunque en menor medida, a aportar ciertos conocimientos sobre la naturaleza del Universo; como es por ejemplo haber dado a conocer una fórmula, en la que la materia en los astros que se forman puede convertirse en energía por medio de una gran implosión, para luego pasar a ser nuevamente materia fría con el paso del tiempo.
Las objeciones que presento, y por las que no comparto el modelo para la formación y la conservación de la energía en los astros por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno, son muchas y muy variadas.
Por ejemplo ¿Por qué se supone que en el hidrógeno de toda nueva estrella que se forma, dan comienzo las reacciones nucleares tan pronto como los gases alcanzan obligados por la presión, los 100000º C, mientras que dentro de la masa de muchas estrellas, los gases superan con creces esa temperatura, y no por eso se producen en ellos tales reacciones nucleares?
¿Cómo puede la fuerza de la gravedad darle a los gases una presión tan alta que los eleve a 100000º C sin que la presión de la radiación lo impida haciendo que la materia pierda densidad?; y si a pesar de la fuerza que la radiación estelar pueda hacer hacia afuera, los gases llegasen a tal densidad y temperatura, ¿por qué tendrían luego que comenzar las reacciones nucleares para producir el calor si ya se produciría por medio de la presión?
¿Cómo se entiende que más del 80% de la masa del Universo sea hidrógeno y no se haya consumido y convertido en helio durante las anteriores generaciones de estrellas, teniendo en cuenta además, que las estrellas muy masivas, que pueden tener incluso 150 masas solares, no viven según dicen los astrónomos más de unos siete u ocho millones de años?
¿Cómo se controla la porción de hidrógeno que ha de fusionarse en cada momento tanto en el Sol como en las estrellas sin que se fusione todo en un breve espacio de tiempo, como sería de esperar al estar todo el hidrógeno junto y a tan altas temperaturas?
Si como esta teoría nos dice, el hidrógeno se consume en el centro del Sol por medio de las reacciones nucleares, ¿por qué no se han encontrado todavía los neutrinos que deberían llegarnos a la Tierra?
Si en opinión de quienes sostienen la teoría de las reacciones nucleares del hidrógeno, tales reacciones nucleares se producen en el centro del Sol y de las estrellas por ser este el punto donde las presiones y las temperaturas son más elevadas, ¿cómo se entiende que la superficie de una estrella supergigante roja que está a 300 millones de Km. del centro estelar, donde por su baja densidad no existe núcleo alguno, tenga más de 3000º C?
Todas estas preguntas me las he hecho a la hora de aceptar este modelo de formación y de conservación de la energía en los astros, pero como no he encontrado respuestas lógicas y coherentes a tales preguntas, opté por dedicarme a pensar cómo se produce dicho calor, y he llegado a la conclusión de que el modelo que expongo a continuación, a parte de que también tenga muchos fallos, es más correcto que el modelo tradicional. Mi modelo como podemos ver, coincide en muchas cosas con el modelo que también he encontrado para la formación de los astros. Es por eso que damos comienzo por la formación de un supuesto astro, que es de la forma siguiente:
Una gran cantidad de gases y de materia sólida gasificada, se reúne en el espacio y comienza a aumentar su densidad como consecuencia de la fuerza de la gravedad que los propios gases ejercen sobre sí mismos. Este compuesto gaseoso está formado por átomos de todos los elementos de los que se componen tanto si son minerales como gaseosos, que puedan intervenir en la formación de un astro. La materia en este estado se comporta igual que si todo fueran gases, o sea se comprime y se calienta tanto más cuanto mayor es la densidad que le da su propia presión, y aunque esta densidad se supone que es bastante homogénea en toda la esfera, en su justo centro se entiende que es un poco mayor que lejos de éste; por lo que llega un momento en el que de los átomos que están en el justo centro de la esfera, el exceso de presión, y puede que también de calor, hace que de alguno de ellos se desprenda una de sus partículas subatómicas: probablemente un electrón ya que son estos los que se mueven entorno al núcleo atómico.
Tan pronto como esto sucede en un átomo, aparece en él una fuerza de atracción añadida a la fuerza de la gravedad, pero con una intensidad muy superior a la de ésta. La primera partícula subatómica que escapa de uno de los átomos, que como digo están situados en el justo centro de la esfera, lo hace obligada por la presión que ha llegado a generar la fuerza de la gravedad, pero al escaparse la primera partícula, los átomos del centro que ya estuvieran a punto de perder esta primera partícula se ven favorecidos por la presión que genera esta nueva fuerza, y se produce de súbito un colapso electrostático que resulta ser una implosión extremadamente violenta debido a que la materia que cae hacia el centro de la esfera, no cae al ser atraída su masa como ocurre en la materia que es atraída por la fuerza de la gravedad. En este caso no es la materia la que es atraída, sino la carga eléctrica de signo negativo que los átomos contienen, y que acaban de perder, y junto con la carga eléctrica de signo negativo se desplaza también la carga de fuerza eléctrica positiva, y con todo ello se desplaza también toda la masa del cuerpo celeste en formación. Esta gran masa, moviéndose a la velocidad que se mueve la corriente eléctrica genera tal cantidad de energía cinética, que al chocar contra sí misma en el centro de la esfera, los átomos quedan prácticamente destripados y los electrones y otras partículas subatómicas se disocian de su correspondiente núcleo atómico, por lo que desaparece el gran espacio que en proporción a masa ocupan los electrones en sus órbitas y la densidad del nuevo astro que se forma puede ser por ello miles de millones o incluso de billones de veces mayor de como fuera la esfera de gases en el momento previo a la implosión.
La materia, sólo por el hecho de que sus átomos pierdan algunas de las partículas subatómicas que giran alrededor del núcleo atómico, ya aumenta su temperatura considerablemente. Pero si las pierde todas o si no todas sí la inmensa mayoría de ellas, y en el volumen que tendría cabida un átomo carente de presión, se mete el contenido de un millón de millones de ellos, o incluso mucho más como está ocurriendo en el centro de las estrellas más densas, tanto la temperatura como la densidad pueden alcanzar valores impresionantes.
Como podemos comprobar, en este modelo de formación y conservación de la energía en los astros, encaja todo perfectamente sin que surjan preguntas imposibles de contestar y sin que el Universo sufra ese constante y rápido deterioro como sin duda tendría que haber sufrido si la producción y la conservación de la energía en los astros hubiese sido a causa del consumo de hidrógeno. Es más, en este modelo de producción y conservación de la energía que aquí se explica, se intuye que es así como sucede en las explosiones de supernovas; las mismas causas que intervienen en la formación y conservación de la energía de los astros, intervienen también en su formación como así se ve en la pequeña y densa estrella que nace de la explosión de cada supernova. Con la única variación que en las supernovas, los científicos no han sospechado, y por ello no dan por sabido, que previo a la explosión se produce una implosión, como así queda de manifiesto precisamente en esta nueva estrella que aparece allí donde tiene lugar una explosión de supernova. Esta pequeña estrella es en todos los casos el resultado de la implosión, que es donde queda concentrada la práctica totalidad de la masa de gases que tuviera la esfera donde se produjo la implosión. Sin embargo, la aparente gran cantidad de gases incandescentes que salen despedidos al espacio cuando se produce una explosión de supernova, no es sino una ínfima cantidad de materia en comparación con la masa de la estrella, que sale rebotada de la implosión en forma de salpicaduras; y su brillo, que incluso después de pasados más de mil años de la explosión permanece en los gases de la nebulosa planetaria que se produce en la explosión, lo mantienen los gases porque estos gases están compuestos de lo que podríamos llamar escoria atómica, o sea restos de átomos que pertenecen al mismo tipo de fuerza eléctrica, no pudiendo por ello reconstruirse los átomos, con lo que perderían su brillo y su calor. Y es que la materia cósmica tiene la propiedad de aumentar su temperatura cuando los átomos son destruidos por el exceso de presión y pierden por este motivo los espacios vacíos de su interior; pero una vez que los átomos han sido destruidos o no han tenido la posibilidad de reconstruirse, bien por exceso de presión o por falta de partículas subatómicas libres, la materia continuará caliente aunque carezca por completo de presión. Esto es como bien podemos observar lo que sucede en las estrellas muy viejas, en las que aunque su densidad llega a ser extremadamente exigua, pueden mantenerse con temperaturas superficiales de hasta 3000º C o más.
Como estrella típica en esta clase de astros podemos citar a alfa de Orión. Esta estrella tiene una masa similar a la del Sol, pero su diámetro es de 584 millones de Km., por lo que su densidad es tan sólo1/1000 de la del aire atmosférico a la presión del nivel del mar, mas a pesar de esta baja densidad, su temperatura superficial es de 3100º C. En este caso, igual que en todos los casos de estrellas ancianas muy descomprimidas, vemos que el calor que tiene la estrella no se produce por las mismas causas que se produce en el interior de las estrellas jóvenes de gran densidad. En éstas, el calor se produce en una materia que se convirtió en energía al destruirse los átomos y adquirió por ello una gran densidad, pero las partículas subatómicas de ambas polaridades permanecen juntas formando parte de la masa de la estrella. En cambio en las estrellas que son muy viejas no existe tal densidad porque las partículas de fuerza negativa que la producían al ser atraídas por las de fuerza positiva, han sido expulsadas por la radiación estelar al espacio en forma de radiación cósmica. Una vez ha llegado la estrella a esta situación, su materia se mantiene caliente porque lo que queda de los átomos son sólo partículas pertenecientes al núcleo atómico, de fuerza eléctrica positiva que continúa estando descompensada a falta de electrones dentro de la masa estelar.
Las estrellas jóvenes están mucho más calientes que las ancianas porque, igual que su materia está más comprimida, y por lo tanto más concentrada, también está más concentrado su calor. Si una estrella de estas características se pudiera comprimir hasta quedarla reducida al volumen que tuviera en cualquiera de las etapas de su vida anterior, puede que su calor fuera inferior, pero la variación sería mínima. Sin embargo, una estrella anciana produce de cara al exterior mucho más calor que una joven de su misma masa; lo que se debe como bien claro está, a que lo que pierde en temperatura superficial, lo gana con creces en extensión de su superficie. Esta es la razón de que la estrella a que nos referimos sea unas 16.600 veces más luminosa que el Sol.
El misterio de todos estos cambios es algo que encontramos una vez más en las propiedades que tiene la materia cósmica, que le permiten cambiar con sorprendente rapidez cuando estos cambios son efectuados en sentido progresivo, mientras que por el contrario son extremadamente lentos cuando se efectúan en sentido regresivo. Así pues, el calor, la densidad, la presión y la fuerza de atracón, todo ello en grado superlativo, lo adquiere la materia en el momento en que se produce la implosión con la que se forma el astro, pero para perder todo este calor densidad etc., que ha adquirido en tan breves momentos, tendrán que transcurrir no pocos miles de millones de años.
En las estrellas, igual que en los planetas de corta edad que aún están muy calientes, la densidad va descendiendo desde el primer momento a partir de su formación, porque la radiación estelar del propio astro despide al espacio partículas subatómicas de fuerza eléctrica negativa, que son como sabemos las de menor masa y también las que están fuera del núcleo atómico. Cuando los átomos están destruidos como en estos casos, la materia es lo que podríamos llamar un “puré ardiente” a miles o a millones de grados de temperatura, donde no existe orden entre partículas ni entre los movimientos que éstas puedan tener ni las distancias que deban conservar, pero unas y otras se siguen atrayendo y esto facilita la presión, y así mismo la densidad en la materia. Esta continua aunque lenta pérdida de electrones en la materia, hace que ésta se atraiga cada vez con menos intensidad, y no sólo eso sino que llegado un momento en el que la materia de la estrella se haya quedado sin electrones, de fuerza eléctrica negativa, sólo habrán quedado partículas de una misma polaridad, la positiva, lo que hará que se repelan y se alejen entre sí, por lo que la estrella pierde densidad y aumenta de volumen: un volumen que continúa aumentando no sólo durante la vida de la estrella, sino también más allá de su muerte; porque aunque la estrella se apague hasta el punto de no ser ya visible desde la Tierra, las partículas todavía calientes pertenecientes a los núcleos atómicos continúan separándose, si bien con mucha lentitud. Estas son las causas por las que las estrellas aumentan su volumen hasta desaparecer.
En cuanto al calor que conservan a pesar de tener tan baja densidad, se debe a que las partículas subatómicas de las que están compuestas, continúan estando calientes porque les faltan las correspondientes partículas de fuerza eléctrica negativa. Esto es, quedan las partículas más pesadas, que son las componentes del núcleo del átomo, los protones y los neutrones; los protones siguen calientes, claro está, porque nunca pudieron combinarse con los electrones, primero porque el exceso de densidad no se lo permitía, y cuando ya no hubo densidad no había tampoco electrones ni otras partículas menores porque la presión de la radiación estelar los había lanzado al espacio, convirtiéndolos en radiación cósmica.
Esta es poco más o menos la trayectoria que recorre la materia gaseosa que toma parte en la vida de una estrella.
Si ahora nos vamos a un astro compuesto de rocas, o de rocas y el resto gases en algo más de un 40%, que es la proporción de éstos que podríamos estimar que tiene la Tierra (que es el planeta que ponemos como referencia a continuación) su formación, igual que la del Sol o la de cualquier otra estrella, también hemos de suponer que fue mediante una implosión, ya que de no ser así no tiene explicación la producción de la energía, sólo que mucho más moderada como corresponde a su masa, y los gases, al encontrarse en tales condiciones de presión y calor cuando se produjo la implosión, se volvieron más densos que las rocas, por lo que se diferenciaron de éstas y se fueron al centro del planeta en su inmensa mayoría, y de ellos se formó el núcleo del planeta, de donde una vez comenzaron a ser las condiciones de presión y calor apropiadas para que el plasma de gases fuera menos denso que el de rocas, los gases comenzaron a elevarse hasta la superficie, si bien en pequeñas cantidades, que es lo que está ocurriendo en la Tierra desde hace unos 400 millones de años.
En cuanto a la formación y la conservación de su energía, igual que en el Sol, que en las estrellas y que en el resto de los astros, no hay duda de que es la materia con sus múltiples propiedades la que produce la energía. De hecho es la propia materia la que se convierte en energía cuando en los átomos sueltos y en cantidades astronómicas se produce la implosión que ya conocemos, donde los átomos y sus correspondientes partículas subatómicas con sus distintas fuerzas eléctricas juegan un papel muy importante; y como no podría ser de otra manera, distinto en según qué clase de materia se trate. En la Tierra, que es un astro compuesto de rocas y gases, podríamos incluir en su tiempo vivido, dos fases o etapas diferentes. En la etapa primera habría sido un cuerpo emisor de partículas subatómicas, y en la segunda habría sido y sigue siendo un cuerpo receptor de dichas partículas. Así pues, tras la implosión que dio principio a la vida de la Tierra, la fuerza de la radiación del calor interno estaría durante mucho tiempo expulsando al espacio partículas de radiación cósmica, y por la misma razón que en las estrellas, el cuerpo del planeta estaría durante todo este tiempo perdiendo densidad al aminorar en la materia las partículas que estaban siendo atraídas por los protones. Pero a diferencia de una estrella, la Tierra tenía una gran cantidad de materia que al enfriarse y recomponerse los átomos, quedaría convertida en roca sólida. Esto es lo que había de ocurrir en la etapa segunda, cuando en estos materiales bajaran las temperaturas hasta el punto en que bajo aquella presión cristalizaran las rocas. En esta segunda etapa, la Tierra siguió y sigue aumentando de volumen. Pero este aumento de volumen ya no se producía ni se produce porque las partículas subatómicas que escapan al espacio hacen que la fuerza de atracción descendiera, descendiendo con ello la presión; sino porque a partir de entonces, los átomos pertenecientes a la materia sólida, y también es este caso los de los gases del interior de la Tierra, se fueron recomponiendo, y esto hacía que aumentaran de volumen
Tratándose de átomos pertenecientes a cuerpos sólidos, como serían mayoritariamente los que tomaron parte en la formación de la Tierra, dejarían escapar al espacio partículas subatómicas mientras que la temperatura de la superficie del planeta fuera lo suficiente alta para ello, pero una vez que hubiera descendido y ya no siguieran siendo expulsadas, los átomos de la superficie o próximos a ella comenzarían a reconstruirse con la radiación cósmica que le fuera llegando del espacio, y posiblemente también con las partículas que a la Tierra le quedara desde su formación, que no hubiera lanzado al espacio en el tiempo que fue un cuerpo emisor de estas partículas subatómicas. Las partículas que actualmente llegan a la Tierra procedentes del espacio en forma de radiación cósmica, atraviesan la litosfera y se unen a los protones y a los neutrones que las reclaman, y van reconstruyendo los átomos tanto de materia sólida como de materia gaseosa, con lo que esta materia aumenta de volumen, aumentando por ello el volumen de la Tierra. Este aumento de volumen está presente en múltiples evidencias; una de las cuales anula por completo la teoría del movimiento de las placas litosféricas o tectónica de placas, elaborada por Tuzo Wilson para justificar la supuesta deriva de los continentes, de Alfred Wegener.
La verdadera razón de que los continentes se estén separando, sólo tiene una explicación sin ambigüedades, lógica y coherente: la Tierra aumenta de volumen. Pero al realizar este aumento allí donde la materia está en estado fluido y sin espacio para expansionarse por estar encerrada dentro de la litosfera, la única solución para que tal aumento de volumen se lleve a cabo es cediendo de alguna manera esta capa compuesta de roca sólida que está encima de esta materia que aumenta de volumen. Las formas que la litosfera tiene de ceder como ya sabemos, son por estiramientos del terreno por medio de los terremotos o bien por fisuras producidas en la dorsal principal y en las fallas transformantes, que es donde en mayor cantidad se forma fondo oceánico. Esta es la razón de que se separen entre sí los continentes que se encuentran al lado opuesto de un mismo océano.
De los cambios que se producen en el interior de la Tierra, todos o casi todos derivados del efecto que causa la radiación cómica, se puede decir poco o nada que se sepa con certeza. Se podría decir no obstante, que el núcleo de gases sigue aumentando de volumen al perder densidad, y además de eso, otros gases se desprenden del núcleo y se dirigen a la superficie, como así lo indican las cantidades de gases que suben. Si esto ocurre, será porque incluso en el justo centro de la Tierra se están produciendo cambios importantes. Estos cambios no serán otros que la introducción de partículas en el interior de la Tierra, que al ser tan sumamente pequeñas no encontrarán la más mínima dificultad para moverse por todo el interior del planeta incluso en las zonas de mayor densidad, como puede ser el justo centro del planeta. Los problemas comienzan cuando con estas partículas que llegan y con las que aún quedan en el interior del planeta, de fuerza eléctrica opuesta se reconstruyen los átomos y aumentan estos de volumen. En este caso, bastaría con que el volumen de las partículas adquiridas por los átomos tuviera no más de un centímetro cúbico, para que las rocas que con la ayuda de estas partículas se formaran, sobrepasaran los dos Km.3. La expansión que realiza la Tierra en su interior, son muchos Km. cúbicos. por año, y lo correspondiente a todo este volumen ha de aumentar también la extensión superficial de la Tierra; si bien esto no quiere decir que el volumen sólo se produzca en las capas superiores del planeta; lo que sí sucede es que cuando la materia termina de regenerarse, si no está en la superficie está cerca de ella, y es de suponer que los electrones que ocupan las capas más externas serán los que más volumen dan a los átomos. Las partículas subatómicas se acumulan generalmente debajo de las zonas donde la corteza tiene menos resistencia, y en caso de que se acumulen debajo de una zona de gran resistencia, al no conseguir abrirse hueco y alojarse en los átomos, se cambiarán de lugar en la mayor parte de los casos hasta situarse en uno de los lugares donde la corteza es más delgada y ofrezca por ello menos resistencia. Una vez instaladas las partículas en estos lugares y haber comenzado a ser absorbidas por los átomos, éstos hacen por aumentar su volumen y con ello aumenta la presión en toda esta zona, y el aumento de presión conlleva un aumento de la temperatura; lo que hace que la roca sólida que está justo en la base de la litosfera perciba este mayor calor y comience a fundirse. Estas fuertes presiones y estas altas temperaturas ascienden lentamente hacia la superficie del terreno, y el magma producido por las rocas al fundirse puede salir a la superficie o puede no salir. Si el ascenso de este magma no es demasiado lento y viene sobretodo acompañado de gases, saldrán a la superficie apareciendo un volcán. Pero en muchos casos estos magmas no llegan a la superficie porque muy por debajo de ella, la presión que ejercen hacia arriba consigue elevar el terreno, formando cámaras que se llenan de este magma ascendente donde se detienen, y si cuando se detienen están todavía sus átomos faltos de partículas subatómicas, continuarán en el mismo lugar en forma de magma hasta que las recuperen todas y se conviertan por ello en roca sólida, ya que una vez regenerados los átomos, toda clase de materia termina perdiendo el calor que por esta causa conservara. Las rocas que se generan en estas cámaras toman el nombre de rocas plutónicas, compuestas casi en su totalidad de rocas de composición granítica.
Pero estas subidas de los magmas a la superficie no siempre son así de lentas, y además no se quedan formando plutones a más o menos profundidad en el interior de la corteza de la Tierra, sino que a veces suben con gran rapidez desde el manto hasta la superficie, y tan pronto como llegan a ésta cristalizan; si bien no en todos los casos cristalizan porque tengan sus átomos completamente regenerados cuando llegan a la superficie. Si los magmas llegan hasta la superficie sin encontrar obstáculo que los detenga, cristalizan tan pronto como se detienen aunque cuando lleguen no estén sus átomos del todo regenerados. Esto parece ser que ocurre porque los magmas a presión ambiente cristalizan incluso estando los átomos faltos de algunas de sus partículas subatómicas. En estos casos, las rocas que se forman son basálticas y no graníticas como las que se forman en los plutones, donde el magma permanece sin cristalizar el tiempo necesario para recibir sus átomos por parte de la radiación cósmica, las partículas que aún no hubieran recibido. Esto influye como es lógico en el tipo de roca que en cada caso se forme, por lo que las rocas plutónicas habrán de tener la densidad que corresponde a un magma cuyos átomos quedaron completamente regenerados, mientras que por el contrario las rocas basálticas, que son aquellas que por una u otra causa no adquirieron todas las partículas que aún les faltaban a sus átomos, tienen mayor densidad: lo que se debe a que aquellas partículas que no recuperaron, habrían dado proporcionalmente a los átomos más volumen que masa.
Esta formación más o menos completa de los átomos, también hace que las rocas fundan a distintas temperaturas, que habrán de ser las mismas a las que cristalizaron sus magmas en el momento de formarse. Así pues, si un magma basáltico se eleva desde las profundidades y cristaliza a 1200º C a presión ambiental, será también esta misma temperatura la que precise para fundirse. No olvidemos que todo tipo de magma, estará a la ora de solidificar, más caliente cuanto más degenerados se encuentren sus átomos. En el caso de los magmas que quedan aprisionados dentro de las referidas cámaras, puede que cuando llegan a este lugar sean magmas basálticos, pero al no estar a presión ambiente, no cristalizan como hubieran hecho de haber salido a la superficie, sino que permanecen aprisionados largo tiempo; lo que permite a la radiación cósmica ir alojarse en sus átomos hasta que éstos se regeneran por completo, terminando este proceso cuando su temperatura ha descendido hasta los 900º C, que es el punto de fusión de las rocas plutónicas.
Esta es según yo intuyo, la manera que tienen de reconstruirse los átomos de la materia cósmica con la que se forman todos los astros, que puede ser gaseosa o sólida. Los gases permiten a los astros su descomposición sin que queden escombros cósmicos ni nada que pueda poner en peligro la seguridad de otros mundos con las posibles colisiones que pudieran producirse; pero en los formados de rocas y de otros materiales sólidos como por ejemplo los metales, la Naturaleza del Universo tiene un sistema por el que los destruye. Así no sólo no se producen los escombros cósmicos ni el peligro de colisiones entre estos y el resto de los cuerpos celestes, sino que la materia de los astros ya destruidos queda lista para dar comienzo otro ciclo en la materia con la que se pueden formar nuevos astros: cosa que no podría suceder en el supuesto de que los astros compuestos de materia sólida no se destruyeran mediante lo que podríamos llamar un reciclaje cósmico.
¿Cómo se produce este reciclaje?
Volvamos a las estrellas gigantes rojas de muy baja densidad. De estos astros, ya dijimos que son estrellas muy viejas que están próximas a su desaparición, las cuales habrían expulsado al espacio durante su larga vida todas las partículas subatómicas de polaridad negativa; por lo que sólo le quedan las de polaridad positiva pertenecientes al núcleo atómico. Al tener todas las partículas la misma polaridad, éstas se repelen: razón por la que la estrella aumenta y aumenta de volumen hasta que deja de brillar, y aun así, sus gases continúan expandiéndose. Tal es su expansión que en el caso de que la estrella tuviera a su alrededor un sistema de planetas, estos irían quedando dentro de los gases enrarecidos de la estrella desde el que estuviera más próximo al que estuviera más lejos de ella. Si suponemos al sistema solar en su futuro aún muy lejano pasando por este trance, cuando los gases del Sol en expansión lleguen a Plutón, que es el planeta que está más lejos del astro central, éste es lo más probable que para entonces haya desaparecido del cielo como estrella, pero aquellas partículas pertenecientes a los núcleos atómicos, que serán los que invadan estas alejadas regiones, tendrán capacidad más que suficiente para destruir a estos mundos, entre otras cosas porque aunque muy dispersos, estarán repartidos en esta región del espacio todos los protones de los cuales estaban compuestos los núcleos atómicos del Sol.
Estas partículas son químicamente muy agresivas; sobretodo para con los átomos que estén completamente regenerados, como es de suponer que estarán para entonces todos o casi todos los de los planetas del sistema solar. En caso de que en el centro de algunos de los planetas no estuvieran totalmente regenerados, puede que esto no fuera sólo porque no hubieran tenido tiempo de regenerarse con la radiación cósmica, sino también porque la resistencia de la corteza en los planetas telúricos llegue a ser tan fuerte que supere la fuerza de la presión que pueda hacer en su interior la materia en expansión. De ser así, las partículas de radiación cósmica que chocaran con estos planetas, quedarían en su interior sin ser absorbidas por los átomos en construcción hasta que los gases de la desaparecida estrella entraran en contacto con el planeta, y las partículas químicamente agresivas de estos gases irían rebajando el grosor de la corteza, y con ello su resistencia, hasta llegar a un punto en que esta corteza no pueda ya retener la fuerza de expansión del núcleo del planeta, y este termine explotando. En el caso de que suceda de esta manera, como así parece ser, todos los cuerpos planetarios de este tipo, tendrán en su interior en el momento de entrar en contacto con los gases residuales de la estrella, todas las partículas de radiación cósmica que hayan ido interceptando en el espacio desde el momento en que la resistencia de su litosfera fue tan fuerte que no permitía el aumento de volumen de la materia situada en su interior.
Es posible que ocurra así puesto que está comprobado que cuando la Luna se interpone entre la Tierra y una fuente muy activa de rayos cósmicos, éstos no llegan a la Tierra: lo que significa que se quedan dentro de la luna, posiblemente junto a las partículas que las atraen, y que por no tener espacio ni fuerza suficiente para romper la corteza lunar por haberse hecho demasiado gruesa, los átomos no pueden reconstruirse. Esto mismo puede estar ocurriendo en Marte, como así lo indica su rápido movimiento de rotación, el cual puede que esté siendo ayudado en su rotación al ser empujado el planeta por la presión que la materia interna ejerce al tratar de aumentar de volumen sin conseguirlo.
Esta sería la forma que tienen de destruirse los planetas y de deshacerse sus rocas convirtiéndose en átomos incompletos, que en el caso de nuestro sistema planetario, toda la masa rocosa sería deshecha por los gases residuales del Sol, que para este tiempo serán todavía químicamente muy agresivos puesto que la carga eléctrica de lo que quede de los átomos estará muy descompensada a favor de la polaridad positiva; lo que quiere decir que serán todavía muy escasas o inexistentes las partículas que giran alrededor del núcleo atómico.
Cuando se trata de átomos libres de materia regenerada, éstos pueden ser movidos con facilidad cuando a ellos se aproxima una fuente luminosa de gran potencia, como puede ser una o varias estrellas de gran luminosidad, o que de súbito aparezca a no demasiada distancia una supernova. Pero si lo que encuentra el frente de luz son partículas subatómicas, éstas no se moverán en absoluto por muy intensa que sea la luz, y menos aún si pertenecen al núcleo atómico, que es a donde pertenecen las partículas residuales de la estrella desaparecida.
Esta gran resistencia contra la radiación estelar que ofrecen estas partículas, se debe a que al estar sueltas, no incluidas en los átomos, tienen una masa muy grande en comparación a su reducidísimo tamaño, y más si éstas pertenecen al núcleo atómico, los protones, que son casi dos mil veces más masivos que los electrones.
El inmovilismo de estas partículas junto a un pequeño movimiento de separación entre sí, que éstas producen al repelerse por ser de la misma polaridad, hace que el espacio ocupado por ellas valla en aumento. Esto hace que la cantidad de radiación cósmica que penetra dentro de este espacio ocupado por esta materia degenerada, sea mayor, lo que facilita una más pronta regeneración de esta materia, por lo que estará en menos tiempo lista para que de ella puedan formarse nuevos astros. Esta es al parecer la forma que tienen de reconstruirse o regenerarse los átomos, después de que durante la vida de la estrella, la radiación estelar haya lanzado al espacio en forma de radiación cósmica todas las partículas y subpartículas de fuerza eléctrica negativa que los átomos tuvieran. Este proceso debe ser muy largo si tenemos en cuenta la enorme cantidad de partículas de este tipo que la estrella habría perdido y el ritmo tan lento con que la radiación cósmica ha de reemplazarlas.
Una ves que la radiación cósmica termina de reconstruir los átomos, éstos han recuperado y puesto alrededor de su núcleo todas las partículas que les faltara, con lo que habrán recuperado también el volumen necesario para ser movidos por la radicación estelar.
La construcción y la destrucción de los átomos, que como sabemos, cada elemento químico tiene un número diferente de protones, que será siempre igual al de electrones; lo que son los átomos correspondientes a elementos más complejos como son los sólidos, parece ser que se construyen y se destruyen dos veces durante la vida del astro, mientras que los de los elementos gaseosos lo hacen sólo una vez. Esto se debe a que los átomos de materia sólida, de la cual se componen en todo o en parte los planetas telúricos, se destruyen en la implosión en que el astro se forma, y se reconstruyen en la segunda etapa de la vida del astro con la radiación cósmica. Después, esta materia vuelve a quedar gasificada y los átomos destruidos cuando la estrella central ha aumenta tanto de volumen que ha invadido la órbita de cada planeta. Por último vuelven a recomponerse los átomos de esta materia al construirse con la radiación cósmicaexterna, los átomos de la estrella, si bien en este caso todos los átomos quedan formando una masa gaseosa, que es en lo que todo elemento químico se convierte cuando sus átomos se disocian y se vuelven volátiles.
Una vez que los átomos hayan recuperado todas las partículas que a cada uno les corresponda y estén por tanto completos, tanto los de la estrella como los de los planetas habrán adquirido el volumen necesario para que la radiación estelar o de cualquier fuente luminosa los mueva, ya sea en la dirección de la luz o en la dirección que se mueva la fuente luminosa, y en forma de gas permanecen moviéndose en los espacios interestelares, mezclándose con otros gases procedentes de otras estrellas y de otros planetas hasta que se den las condiciones adecuadas para reunirse en cantidad suficiente y alcancen la densidad necesaria para que, valiéndose de la fuerza de la gravedad se atraigan y se condense la materia; formándose así la esfera donde ha de resultar produciéndose la implosión que construya al nuevo astro al destruirse en la implosión los átomos. Si el astro que se forma ha de ser total o parcialmente de materia sólida, los átomos correspondientes a esta materia se irán reconstruyendo durante la segunda etapa de su vida. Al reconstruirse alcanzan su mínima densidad y suben por ello hasta la superficie o se sitúan inmediatamente debajo de la capa de roca sólida que el planeta haya formado en su parte más externa, su litosfera, donde solidifican y se unen a ella, haciendo que ésta vaya aumentando su espesor.
Los átomos correspondientes a la materia sólida, son lo que podríamos llamar los “ladrillos de construcción cósmica”, ya que de ellos está compuesta esa materia que da solidez a los cuerpos planetarios; que además de tener como ya hemos dicho, la particularidad de destruirse y de reconstruirse, o lo que es igual, de degenerarse y de regenerarse dos veces en cada ciclo cósmico (1) frente a los de los gases que sólo lo hacen una vez, tienen también propiedades muy especiales, de las que la Naturaleza del Universo se vale para realizar trabajos muy selectos, como es por ejemplo facilitar la formación de los planetas. La formación de los planetas del Sistema Solar, fue posible gracias a que los átomos de los que habían de formarse los silicatos y otros componentes sólidos, fueron expulsados del gran cúmulo de gases del que había de formarse el Sol. Y aunque no sabemos la razón de por qué estos átomos no se incluyeron en el resto de la materia solar, lo que sí es cierto es que de no haberse separado, el Sol no habría tenido a su alrededor el sistema de mundos que tiene, entre los que se encuentra la Tierra. Otra propiedad muy importante en estos átomos, es la tendencia que tienen a reunirse en grandes cantidades todos aquellos que pertenecen a un mismo elemento químico cuando se encuentran en el interior de la Tierra a altas temperaturas. De no ser por esta tendencia, los metales que se encuentran en el interior de la Tierra, estarían completamente mezclados con los silicatos y no sería posible su extracción y su aprovechamiento; como ocurre con todos los metales, que si bien no siempre se extraen completamente puros, sí se han acumulado en proporción suficiente para ser posible su extracción por la mano y el trabajo del hombre.
(1) Se puede entender por ciclo cósmico, el trabajo que realiza una determinada cantidad de materia y el tiempo que invierte en ello desde que se forma una estrella con sus planetas si los tuviera, hasta que con esta misma materia o parte de ella se forma otra nueva estrella después de desaparecer la anterior).
Antonio Cuenda García. 13 de julio de 2011. Más información en el Telf. 925523239
Para algunas de estas teorías hemos encontrado las alternativas que ya presento en mi libro, Propiedades de la Materia Cósmica, por lo que en estas líneas nos vamos a referir casi exclusivamente a la teoría que trata de la formación y la conservación del calor en los astros, que en el nuevo modelo que aquí se expone, podemos ver claramente que los astros no necesitan consumir hidrógeno para producir energía. Así pues, desechemos la actual teoría que supone que el calor en el Sol y en las estrellas se produce por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno, y pongamos en su lugar la que podríamos llamar: Teoría de la destrucción y reconstrucción de los átomos, o también; Teoría de la alteración del estado físico de la materia En este modelo de formación de energía, no son sólo los átomos de hidrógeno los que la producen, sino también todos los del resto de elementos químicos que componen el cosmos; y por esta misma razón, no sólo se produce y se conserva la energía en los astros que están compuestos mayormente de hidrógeno, como son las estrellas, sino también en aquellos en los que este gas no existe en absoluto, o existe en mínima cantidad, como son los planetas del tipo telúrico; entre ellos la Tierra sin ir más lejos, donde el poco hidrógeno que tenía cuando se formó, afortunadamente sigue teniéndolo, ya que de lo contrario no existiría en ella la vida biológica puesto que no habría agua, compuesta en gran parte de este gas, y sin agua en la Tierra tampoco habría vida en ella, al menos en la forma que la conocemos. Así pues, el calor que la Tierra tiene en su interior, es un error atribuirlo a la radiactividad de ciertos elementos radiactivos. De ser así, habría que preguntarse: ¿por qué se han enfriado las capas más externas del globo terráqueo, mientas que las internas están más calientes cuanto más profundas se encuentran? Esto sucede precisamente porque las capas más internas tienen sus átomos más degenerados, o lo que es igual, más atrasados en su reconstrucción.
Está claro que mis ideas de que los átomos se destruyen por medio de las altas presiones, y que esta destrucción de los átomos eleva la temperatura de la materia hasta convertirla en energía, no están ni reconocidas ni aceptadas por unos pocos científicos que han tenido acceso a esta información. Los mismos que sí aceptan, o mejor dicho, fingen que aceptan la teoría de la formación del calor en Sol y en las estrellas por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno. Y digo fingen porque creo que ninguna persona que tenga un mínimo de conocimiento en estas ciencias, puede decir después de conocer las nuevas ideas a este respecto, que continúa siendo fiel defensor de la teoría de las reacciones nucleares del hidrógeno en la formación y la conservación de la energía en los astros. Si estas ideas no están reconocidas y aceptadas por los pocos científicos a quienes se las he dado a conocer, no es porque no lo merezcan. Si por eso fuera les sería fácil refutarlas. Pero eso no lo pueden hacer porque si hacen una evaluación de estas nuevas ideas frente a las teorías vigentes, se demostraría que algunas de las viejas teorías están basadas en parte en elucubraciones carentes de todo sentido de la razón y de la lógica; resultando por ello ser chapuzas científicas que no se sostienen. Y al decir chapuzas científicas no sólo me refiero a la teoría del calor en los astros, sino también a otras, tanto de astronomía como de geología, contra las cuales y en favor de la razón, he puesto durante mucho tiempo toda mi capacidad intuitiva e intelectual, logrando con ello acercar mucho nuestros conocimientos a lo que es la verdadera estructura de la Tierra, su vida, su historia y su evolución; y también, aunque en menor medida, a aportar ciertos conocimientos sobre la naturaleza del Universo; como es por ejemplo haber dado a conocer una fórmula, en la que la materia en los astros que se forman puede convertirse en energía por medio de una gran implosión, para luego pasar a ser nuevamente materia fría con el paso del tiempo.
Las objeciones que presento, y por las que no comparto el modelo para la formación y la conservación de la energía en los astros por medio de las reacciones nucleares del hidrógeno, son muchas y muy variadas.
Por ejemplo ¿Por qué se supone que en el hidrógeno de toda nueva estrella que se forma, dan comienzo las reacciones nucleares tan pronto como los gases alcanzan obligados por la presión, los 100000º C, mientras que dentro de la masa de muchas estrellas, los gases superan con creces esa temperatura, y no por eso se producen en ellos tales reacciones nucleares?
¿Cómo puede la fuerza de la gravedad darle a los gases una presión tan alta que los eleve a 100000º C sin que la presión de la radiación lo impida haciendo que la materia pierda densidad?; y si a pesar de la fuerza que la radiación estelar pueda hacer hacia afuera, los gases llegasen a tal densidad y temperatura, ¿por qué tendrían luego que comenzar las reacciones nucleares para producir el calor si ya se produciría por medio de la presión?
¿Cómo se entiende que más del 80% de la masa del Universo sea hidrógeno y no se haya consumido y convertido en helio durante las anteriores generaciones de estrellas, teniendo en cuenta además, que las estrellas muy masivas, que pueden tener incluso 150 masas solares, no viven según dicen los astrónomos más de unos siete u ocho millones de años?
¿Cómo se controla la porción de hidrógeno que ha de fusionarse en cada momento tanto en el Sol como en las estrellas sin que se fusione todo en un breve espacio de tiempo, como sería de esperar al estar todo el hidrógeno junto y a tan altas temperaturas?
Si como esta teoría nos dice, el hidrógeno se consume en el centro del Sol por medio de las reacciones nucleares, ¿por qué no se han encontrado todavía los neutrinos que deberían llegarnos a la Tierra?
Si en opinión de quienes sostienen la teoría de las reacciones nucleares del hidrógeno, tales reacciones nucleares se producen en el centro del Sol y de las estrellas por ser este el punto donde las presiones y las temperaturas son más elevadas, ¿cómo se entiende que la superficie de una estrella supergigante roja que está a 300 millones de Km. del centro estelar, donde por su baja densidad no existe núcleo alguno, tenga más de 3000º C?
Todas estas preguntas me las he hecho a la hora de aceptar este modelo de formación y de conservación de la energía en los astros, pero como no he encontrado respuestas lógicas y coherentes a tales preguntas, opté por dedicarme a pensar cómo se produce dicho calor, y he llegado a la conclusión de que el modelo que expongo a continuación, a parte de que también tenga muchos fallos, es más correcto que el modelo tradicional. Mi modelo como podemos ver, coincide en muchas cosas con el modelo que también he encontrado para la formación de los astros. Es por eso que damos comienzo por la formación de un supuesto astro, que es de la forma siguiente:
Una gran cantidad de gases y de materia sólida gasificada, se reúne en el espacio y comienza a aumentar su densidad como consecuencia de la fuerza de la gravedad que los propios gases ejercen sobre sí mismos. Este compuesto gaseoso está formado por átomos de todos los elementos de los que se componen tanto si son minerales como gaseosos, que puedan intervenir en la formación de un astro. La materia en este estado se comporta igual que si todo fueran gases, o sea se comprime y se calienta tanto más cuanto mayor es la densidad que le da su propia presión, y aunque esta densidad se supone que es bastante homogénea en toda la esfera, en su justo centro se entiende que es un poco mayor que lejos de éste; por lo que llega un momento en el que de los átomos que están en el justo centro de la esfera, el exceso de presión, y puede que también de calor, hace que de alguno de ellos se desprenda una de sus partículas subatómicas: probablemente un electrón ya que son estos los que se mueven entorno al núcleo atómico.
Tan pronto como esto sucede en un átomo, aparece en él una fuerza de atracción añadida a la fuerza de la gravedad, pero con una intensidad muy superior a la de ésta. La primera partícula subatómica que escapa de uno de los átomos, que como digo están situados en el justo centro de la esfera, lo hace obligada por la presión que ha llegado a generar la fuerza de la gravedad, pero al escaparse la primera partícula, los átomos del centro que ya estuvieran a punto de perder esta primera partícula se ven favorecidos por la presión que genera esta nueva fuerza, y se produce de súbito un colapso electrostático que resulta ser una implosión extremadamente violenta debido a que la materia que cae hacia el centro de la esfera, no cae al ser atraída su masa como ocurre en la materia que es atraída por la fuerza de la gravedad. En este caso no es la materia la que es atraída, sino la carga eléctrica de signo negativo que los átomos contienen, y que acaban de perder, y junto con la carga eléctrica de signo negativo se desplaza también la carga de fuerza eléctrica positiva, y con todo ello se desplaza también toda la masa del cuerpo celeste en formación. Esta gran masa, moviéndose a la velocidad que se mueve la corriente eléctrica genera tal cantidad de energía cinética, que al chocar contra sí misma en el centro de la esfera, los átomos quedan prácticamente destripados y los electrones y otras partículas subatómicas se disocian de su correspondiente núcleo atómico, por lo que desaparece el gran espacio que en proporción a masa ocupan los electrones en sus órbitas y la densidad del nuevo astro que se forma puede ser por ello miles de millones o incluso de billones de veces mayor de como fuera la esfera de gases en el momento previo a la implosión.
La materia, sólo por el hecho de que sus átomos pierdan algunas de las partículas subatómicas que giran alrededor del núcleo atómico, ya aumenta su temperatura considerablemente. Pero si las pierde todas o si no todas sí la inmensa mayoría de ellas, y en el volumen que tendría cabida un átomo carente de presión, se mete el contenido de un millón de millones de ellos, o incluso mucho más como está ocurriendo en el centro de las estrellas más densas, tanto la temperatura como la densidad pueden alcanzar valores impresionantes.
Como podemos comprobar, en este modelo de formación y conservación de la energía en los astros, encaja todo perfectamente sin que surjan preguntas imposibles de contestar y sin que el Universo sufra ese constante y rápido deterioro como sin duda tendría que haber sufrido si la producción y la conservación de la energía en los astros hubiese sido a causa del consumo de hidrógeno. Es más, en este modelo de producción y conservación de la energía que aquí se explica, se intuye que es así como sucede en las explosiones de supernovas; las mismas causas que intervienen en la formación y conservación de la energía de los astros, intervienen también en su formación como así se ve en la pequeña y densa estrella que nace de la explosión de cada supernova. Con la única variación que en las supernovas, los científicos no han sospechado, y por ello no dan por sabido, que previo a la explosión se produce una implosión, como así queda de manifiesto precisamente en esta nueva estrella que aparece allí donde tiene lugar una explosión de supernova. Esta pequeña estrella es en todos los casos el resultado de la implosión, que es donde queda concentrada la práctica totalidad de la masa de gases que tuviera la esfera donde se produjo la implosión. Sin embargo, la aparente gran cantidad de gases incandescentes que salen despedidos al espacio cuando se produce una explosión de supernova, no es sino una ínfima cantidad de materia en comparación con la masa de la estrella, que sale rebotada de la implosión en forma de salpicaduras; y su brillo, que incluso después de pasados más de mil años de la explosión permanece en los gases de la nebulosa planetaria que se produce en la explosión, lo mantienen los gases porque estos gases están compuestos de lo que podríamos llamar escoria atómica, o sea restos de átomos que pertenecen al mismo tipo de fuerza eléctrica, no pudiendo por ello reconstruirse los átomos, con lo que perderían su brillo y su calor. Y es que la materia cósmica tiene la propiedad de aumentar su temperatura cuando los átomos son destruidos por el exceso de presión y pierden por este motivo los espacios vacíos de su interior; pero una vez que los átomos han sido destruidos o no han tenido la posibilidad de reconstruirse, bien por exceso de presión o por falta de partículas subatómicas libres, la materia continuará caliente aunque carezca por completo de presión. Esto es como bien podemos observar lo que sucede en las estrellas muy viejas, en las que aunque su densidad llega a ser extremadamente exigua, pueden mantenerse con temperaturas superficiales de hasta 3000º C o más.
Como estrella típica en esta clase de astros podemos citar a alfa de Orión. Esta estrella tiene una masa similar a la del Sol, pero su diámetro es de 584 millones de Km., por lo que su densidad es tan sólo1/1000 de la del aire atmosférico a la presión del nivel del mar, mas a pesar de esta baja densidad, su temperatura superficial es de 3100º C. En este caso, igual que en todos los casos de estrellas ancianas muy descomprimidas, vemos que el calor que tiene la estrella no se produce por las mismas causas que se produce en el interior de las estrellas jóvenes de gran densidad. En éstas, el calor se produce en una materia que se convirtió en energía al destruirse los átomos y adquirió por ello una gran densidad, pero las partículas subatómicas de ambas polaridades permanecen juntas formando parte de la masa de la estrella. En cambio en las estrellas que son muy viejas no existe tal densidad porque las partículas de fuerza negativa que la producían al ser atraídas por las de fuerza positiva, han sido expulsadas por la radiación estelar al espacio en forma de radiación cósmica. Una vez ha llegado la estrella a esta situación, su materia se mantiene caliente porque lo que queda de los átomos son sólo partículas pertenecientes al núcleo atómico, de fuerza eléctrica positiva que continúa estando descompensada a falta de electrones dentro de la masa estelar.
Las estrellas jóvenes están mucho más calientes que las ancianas porque, igual que su materia está más comprimida, y por lo tanto más concentrada, también está más concentrado su calor. Si una estrella de estas características se pudiera comprimir hasta quedarla reducida al volumen que tuviera en cualquiera de las etapas de su vida anterior, puede que su calor fuera inferior, pero la variación sería mínima. Sin embargo, una estrella anciana produce de cara al exterior mucho más calor que una joven de su misma masa; lo que se debe como bien claro está, a que lo que pierde en temperatura superficial, lo gana con creces en extensión de su superficie. Esta es la razón de que la estrella a que nos referimos sea unas 16.600 veces más luminosa que el Sol.
El misterio de todos estos cambios es algo que encontramos una vez más en las propiedades que tiene la materia cósmica, que le permiten cambiar con sorprendente rapidez cuando estos cambios son efectuados en sentido progresivo, mientras que por el contrario son extremadamente lentos cuando se efectúan en sentido regresivo. Así pues, el calor, la densidad, la presión y la fuerza de atracón, todo ello en grado superlativo, lo adquiere la materia en el momento en que se produce la implosión con la que se forma el astro, pero para perder todo este calor densidad etc., que ha adquirido en tan breves momentos, tendrán que transcurrir no pocos miles de millones de años.
En las estrellas, igual que en los planetas de corta edad que aún están muy calientes, la densidad va descendiendo desde el primer momento a partir de su formación, porque la radiación estelar del propio astro despide al espacio partículas subatómicas de fuerza eléctrica negativa, que son como sabemos las de menor masa y también las que están fuera del núcleo atómico. Cuando los átomos están destruidos como en estos casos, la materia es lo que podríamos llamar un “puré ardiente” a miles o a millones de grados de temperatura, donde no existe orden entre partículas ni entre los movimientos que éstas puedan tener ni las distancias que deban conservar, pero unas y otras se siguen atrayendo y esto facilita la presión, y así mismo la densidad en la materia. Esta continua aunque lenta pérdida de electrones en la materia, hace que ésta se atraiga cada vez con menos intensidad, y no sólo eso sino que llegado un momento en el que la materia de la estrella se haya quedado sin electrones, de fuerza eléctrica negativa, sólo habrán quedado partículas de una misma polaridad, la positiva, lo que hará que se repelan y se alejen entre sí, por lo que la estrella pierde densidad y aumenta de volumen: un volumen que continúa aumentando no sólo durante la vida de la estrella, sino también más allá de su muerte; porque aunque la estrella se apague hasta el punto de no ser ya visible desde la Tierra, las partículas todavía calientes pertenecientes a los núcleos atómicos continúan separándose, si bien con mucha lentitud. Estas son las causas por las que las estrellas aumentan su volumen hasta desaparecer.
En cuanto al calor que conservan a pesar de tener tan baja densidad, se debe a que las partículas subatómicas de las que están compuestas, continúan estando calientes porque les faltan las correspondientes partículas de fuerza eléctrica negativa. Esto es, quedan las partículas más pesadas, que son las componentes del núcleo del átomo, los protones y los neutrones; los protones siguen calientes, claro está, porque nunca pudieron combinarse con los electrones, primero porque el exceso de densidad no se lo permitía, y cuando ya no hubo densidad no había tampoco electrones ni otras partículas menores porque la presión de la radiación estelar los había lanzado al espacio, convirtiéndolos en radiación cósmica.
Esta es poco más o menos la trayectoria que recorre la materia gaseosa que toma parte en la vida de una estrella.
Si ahora nos vamos a un astro compuesto de rocas, o de rocas y el resto gases en algo más de un 40%, que es la proporción de éstos que podríamos estimar que tiene la Tierra (que es el planeta que ponemos como referencia a continuación) su formación, igual que la del Sol o la de cualquier otra estrella, también hemos de suponer que fue mediante una implosión, ya que de no ser así no tiene explicación la producción de la energía, sólo que mucho más moderada como corresponde a su masa, y los gases, al encontrarse en tales condiciones de presión y calor cuando se produjo la implosión, se volvieron más densos que las rocas, por lo que se diferenciaron de éstas y se fueron al centro del planeta en su inmensa mayoría, y de ellos se formó el núcleo del planeta, de donde una vez comenzaron a ser las condiciones de presión y calor apropiadas para que el plasma de gases fuera menos denso que el de rocas, los gases comenzaron a elevarse hasta la superficie, si bien en pequeñas cantidades, que es lo que está ocurriendo en la Tierra desde hace unos 400 millones de años.
En cuanto a la formación y la conservación de su energía, igual que en el Sol, que en las estrellas y que en el resto de los astros, no hay duda de que es la materia con sus múltiples propiedades la que produce la energía. De hecho es la propia materia la que se convierte en energía cuando en los átomos sueltos y en cantidades astronómicas se produce la implosión que ya conocemos, donde los átomos y sus correspondientes partículas subatómicas con sus distintas fuerzas eléctricas juegan un papel muy importante; y como no podría ser de otra manera, distinto en según qué clase de materia se trate. En la Tierra, que es un astro compuesto de rocas y gases, podríamos incluir en su tiempo vivido, dos fases o etapas diferentes. En la etapa primera habría sido un cuerpo emisor de partículas subatómicas, y en la segunda habría sido y sigue siendo un cuerpo receptor de dichas partículas. Así pues, tras la implosión que dio principio a la vida de la Tierra, la fuerza de la radiación del calor interno estaría durante mucho tiempo expulsando al espacio partículas de radiación cósmica, y por la misma razón que en las estrellas, el cuerpo del planeta estaría durante todo este tiempo perdiendo densidad al aminorar en la materia las partículas que estaban siendo atraídas por los protones. Pero a diferencia de una estrella, la Tierra tenía una gran cantidad de materia que al enfriarse y recomponerse los átomos, quedaría convertida en roca sólida. Esto es lo que había de ocurrir en la etapa segunda, cuando en estos materiales bajaran las temperaturas hasta el punto en que bajo aquella presión cristalizaran las rocas. En esta segunda etapa, la Tierra siguió y sigue aumentando de volumen. Pero este aumento de volumen ya no se producía ni se produce porque las partículas subatómicas que escapan al espacio hacen que la fuerza de atracción descendiera, descendiendo con ello la presión; sino porque a partir de entonces, los átomos pertenecientes a la materia sólida, y también es este caso los de los gases del interior de la Tierra, se fueron recomponiendo, y esto hacía que aumentaran de volumen
Tratándose de átomos pertenecientes a cuerpos sólidos, como serían mayoritariamente los que tomaron parte en la formación de la Tierra, dejarían escapar al espacio partículas subatómicas mientras que la temperatura de la superficie del planeta fuera lo suficiente alta para ello, pero una vez que hubiera descendido y ya no siguieran siendo expulsadas, los átomos de la superficie o próximos a ella comenzarían a reconstruirse con la radiación cósmica que le fuera llegando del espacio, y posiblemente también con las partículas que a la Tierra le quedara desde su formación, que no hubiera lanzado al espacio en el tiempo que fue un cuerpo emisor de estas partículas subatómicas. Las partículas que actualmente llegan a la Tierra procedentes del espacio en forma de radiación cósmica, atraviesan la litosfera y se unen a los protones y a los neutrones que las reclaman, y van reconstruyendo los átomos tanto de materia sólida como de materia gaseosa, con lo que esta materia aumenta de volumen, aumentando por ello el volumen de la Tierra. Este aumento de volumen está presente en múltiples evidencias; una de las cuales anula por completo la teoría del movimiento de las placas litosféricas o tectónica de placas, elaborada por Tuzo Wilson para justificar la supuesta deriva de los continentes, de Alfred Wegener.
La verdadera razón de que los continentes se estén separando, sólo tiene una explicación sin ambigüedades, lógica y coherente: la Tierra aumenta de volumen. Pero al realizar este aumento allí donde la materia está en estado fluido y sin espacio para expansionarse por estar encerrada dentro de la litosfera, la única solución para que tal aumento de volumen se lleve a cabo es cediendo de alguna manera esta capa compuesta de roca sólida que está encima de esta materia que aumenta de volumen. Las formas que la litosfera tiene de ceder como ya sabemos, son por estiramientos del terreno por medio de los terremotos o bien por fisuras producidas en la dorsal principal y en las fallas transformantes, que es donde en mayor cantidad se forma fondo oceánico. Esta es la razón de que se separen entre sí los continentes que se encuentran al lado opuesto de un mismo océano.
De los cambios que se producen en el interior de la Tierra, todos o casi todos derivados del efecto que causa la radiación cómica, se puede decir poco o nada que se sepa con certeza. Se podría decir no obstante, que el núcleo de gases sigue aumentando de volumen al perder densidad, y además de eso, otros gases se desprenden del núcleo y se dirigen a la superficie, como así lo indican las cantidades de gases que suben. Si esto ocurre, será porque incluso en el justo centro de la Tierra se están produciendo cambios importantes. Estos cambios no serán otros que la introducción de partículas en el interior de la Tierra, que al ser tan sumamente pequeñas no encontrarán la más mínima dificultad para moverse por todo el interior del planeta incluso en las zonas de mayor densidad, como puede ser el justo centro del planeta. Los problemas comienzan cuando con estas partículas que llegan y con las que aún quedan en el interior del planeta, de fuerza eléctrica opuesta se reconstruyen los átomos y aumentan estos de volumen. En este caso, bastaría con que el volumen de las partículas adquiridas por los átomos tuviera no más de un centímetro cúbico, para que las rocas que con la ayuda de estas partículas se formaran, sobrepasaran los dos Km.3. La expansión que realiza la Tierra en su interior, son muchos Km. cúbicos. por año, y lo correspondiente a todo este volumen ha de aumentar también la extensión superficial de la Tierra; si bien esto no quiere decir que el volumen sólo se produzca en las capas superiores del planeta; lo que sí sucede es que cuando la materia termina de regenerarse, si no está en la superficie está cerca de ella, y es de suponer que los electrones que ocupan las capas más externas serán los que más volumen dan a los átomos. Las partículas subatómicas se acumulan generalmente debajo de las zonas donde la corteza tiene menos resistencia, y en caso de que se acumulen debajo de una zona de gran resistencia, al no conseguir abrirse hueco y alojarse en los átomos, se cambiarán de lugar en la mayor parte de los casos hasta situarse en uno de los lugares donde la corteza es más delgada y ofrezca por ello menos resistencia. Una vez instaladas las partículas en estos lugares y haber comenzado a ser absorbidas por los átomos, éstos hacen por aumentar su volumen y con ello aumenta la presión en toda esta zona, y el aumento de presión conlleva un aumento de la temperatura; lo que hace que la roca sólida que está justo en la base de la litosfera perciba este mayor calor y comience a fundirse. Estas fuertes presiones y estas altas temperaturas ascienden lentamente hacia la superficie del terreno, y el magma producido por las rocas al fundirse puede salir a la superficie o puede no salir. Si el ascenso de este magma no es demasiado lento y viene sobretodo acompañado de gases, saldrán a la superficie apareciendo un volcán. Pero en muchos casos estos magmas no llegan a la superficie porque muy por debajo de ella, la presión que ejercen hacia arriba consigue elevar el terreno, formando cámaras que se llenan de este magma ascendente donde se detienen, y si cuando se detienen están todavía sus átomos faltos de partículas subatómicas, continuarán en el mismo lugar en forma de magma hasta que las recuperen todas y se conviertan por ello en roca sólida, ya que una vez regenerados los átomos, toda clase de materia termina perdiendo el calor que por esta causa conservara. Las rocas que se generan en estas cámaras toman el nombre de rocas plutónicas, compuestas casi en su totalidad de rocas de composición granítica.
Pero estas subidas de los magmas a la superficie no siempre son así de lentas, y además no se quedan formando plutones a más o menos profundidad en el interior de la corteza de la Tierra, sino que a veces suben con gran rapidez desde el manto hasta la superficie, y tan pronto como llegan a ésta cristalizan; si bien no en todos los casos cristalizan porque tengan sus átomos completamente regenerados cuando llegan a la superficie. Si los magmas llegan hasta la superficie sin encontrar obstáculo que los detenga, cristalizan tan pronto como se detienen aunque cuando lleguen no estén sus átomos del todo regenerados. Esto parece ser que ocurre porque los magmas a presión ambiente cristalizan incluso estando los átomos faltos de algunas de sus partículas subatómicas. En estos casos, las rocas que se forman son basálticas y no graníticas como las que se forman en los plutones, donde el magma permanece sin cristalizar el tiempo necesario para recibir sus átomos por parte de la radiación cósmica, las partículas que aún no hubieran recibido. Esto influye como es lógico en el tipo de roca que en cada caso se forme, por lo que las rocas plutónicas habrán de tener la densidad que corresponde a un magma cuyos átomos quedaron completamente regenerados, mientras que por el contrario las rocas basálticas, que son aquellas que por una u otra causa no adquirieron todas las partículas que aún les faltaban a sus átomos, tienen mayor densidad: lo que se debe a que aquellas partículas que no recuperaron, habrían dado proporcionalmente a los átomos más volumen que masa.
Esta formación más o menos completa de los átomos, también hace que las rocas fundan a distintas temperaturas, que habrán de ser las mismas a las que cristalizaron sus magmas en el momento de formarse. Así pues, si un magma basáltico se eleva desde las profundidades y cristaliza a 1200º C a presión ambiental, será también esta misma temperatura la que precise para fundirse. No olvidemos que todo tipo de magma, estará a la ora de solidificar, más caliente cuanto más degenerados se encuentren sus átomos. En el caso de los magmas que quedan aprisionados dentro de las referidas cámaras, puede que cuando llegan a este lugar sean magmas basálticos, pero al no estar a presión ambiente, no cristalizan como hubieran hecho de haber salido a la superficie, sino que permanecen aprisionados largo tiempo; lo que permite a la radiación cósmica ir alojarse en sus átomos hasta que éstos se regeneran por completo, terminando este proceso cuando su temperatura ha descendido hasta los 900º C, que es el punto de fusión de las rocas plutónicas.
Esta es según yo intuyo, la manera que tienen de reconstruirse los átomos de la materia cósmica con la que se forman todos los astros, que puede ser gaseosa o sólida. Los gases permiten a los astros su descomposición sin que queden escombros cósmicos ni nada que pueda poner en peligro la seguridad de otros mundos con las posibles colisiones que pudieran producirse; pero en los formados de rocas y de otros materiales sólidos como por ejemplo los metales, la Naturaleza del Universo tiene un sistema por el que los destruye. Así no sólo no se producen los escombros cósmicos ni el peligro de colisiones entre estos y el resto de los cuerpos celestes, sino que la materia de los astros ya destruidos queda lista para dar comienzo otro ciclo en la materia con la que se pueden formar nuevos astros: cosa que no podría suceder en el supuesto de que los astros compuestos de materia sólida no se destruyeran mediante lo que podríamos llamar un reciclaje cósmico.
¿Cómo se produce este reciclaje?
Volvamos a las estrellas gigantes rojas de muy baja densidad. De estos astros, ya dijimos que son estrellas muy viejas que están próximas a su desaparición, las cuales habrían expulsado al espacio durante su larga vida todas las partículas subatómicas de polaridad negativa; por lo que sólo le quedan las de polaridad positiva pertenecientes al núcleo atómico. Al tener todas las partículas la misma polaridad, éstas se repelen: razón por la que la estrella aumenta y aumenta de volumen hasta que deja de brillar, y aun así, sus gases continúan expandiéndose. Tal es su expansión que en el caso de que la estrella tuviera a su alrededor un sistema de planetas, estos irían quedando dentro de los gases enrarecidos de la estrella desde el que estuviera más próximo al que estuviera más lejos de ella. Si suponemos al sistema solar en su futuro aún muy lejano pasando por este trance, cuando los gases del Sol en expansión lleguen a Plutón, que es el planeta que está más lejos del astro central, éste es lo más probable que para entonces haya desaparecido del cielo como estrella, pero aquellas partículas pertenecientes a los núcleos atómicos, que serán los que invadan estas alejadas regiones, tendrán capacidad más que suficiente para destruir a estos mundos, entre otras cosas porque aunque muy dispersos, estarán repartidos en esta región del espacio todos los protones de los cuales estaban compuestos los núcleos atómicos del Sol.
Estas partículas son químicamente muy agresivas; sobretodo para con los átomos que estén completamente regenerados, como es de suponer que estarán para entonces todos o casi todos los de los planetas del sistema solar. En caso de que en el centro de algunos de los planetas no estuvieran totalmente regenerados, puede que esto no fuera sólo porque no hubieran tenido tiempo de regenerarse con la radiación cósmica, sino también porque la resistencia de la corteza en los planetas telúricos llegue a ser tan fuerte que supere la fuerza de la presión que pueda hacer en su interior la materia en expansión. De ser así, las partículas de radiación cósmica que chocaran con estos planetas, quedarían en su interior sin ser absorbidas por los átomos en construcción hasta que los gases de la desaparecida estrella entraran en contacto con el planeta, y las partículas químicamente agresivas de estos gases irían rebajando el grosor de la corteza, y con ello su resistencia, hasta llegar a un punto en que esta corteza no pueda ya retener la fuerza de expansión del núcleo del planeta, y este termine explotando. En el caso de que suceda de esta manera, como así parece ser, todos los cuerpos planetarios de este tipo, tendrán en su interior en el momento de entrar en contacto con los gases residuales de la estrella, todas las partículas de radiación cósmica que hayan ido interceptando en el espacio desde el momento en que la resistencia de su litosfera fue tan fuerte que no permitía el aumento de volumen de la materia situada en su interior.
Es posible que ocurra así puesto que está comprobado que cuando la Luna se interpone entre la Tierra y una fuente muy activa de rayos cósmicos, éstos no llegan a la Tierra: lo que significa que se quedan dentro de la luna, posiblemente junto a las partículas que las atraen, y que por no tener espacio ni fuerza suficiente para romper la corteza lunar por haberse hecho demasiado gruesa, los átomos no pueden reconstruirse. Esto mismo puede estar ocurriendo en Marte, como así lo indica su rápido movimiento de rotación, el cual puede que esté siendo ayudado en su rotación al ser empujado el planeta por la presión que la materia interna ejerce al tratar de aumentar de volumen sin conseguirlo.
Esta sería la forma que tienen de destruirse los planetas y de deshacerse sus rocas convirtiéndose en átomos incompletos, que en el caso de nuestro sistema planetario, toda la masa rocosa sería deshecha por los gases residuales del Sol, que para este tiempo serán todavía químicamente muy agresivos puesto que la carga eléctrica de lo que quede de los átomos estará muy descompensada a favor de la polaridad positiva; lo que quiere decir que serán todavía muy escasas o inexistentes las partículas que giran alrededor del núcleo atómico.
Cuando se trata de átomos libres de materia regenerada, éstos pueden ser movidos con facilidad cuando a ellos se aproxima una fuente luminosa de gran potencia, como puede ser una o varias estrellas de gran luminosidad, o que de súbito aparezca a no demasiada distancia una supernova. Pero si lo que encuentra el frente de luz son partículas subatómicas, éstas no se moverán en absoluto por muy intensa que sea la luz, y menos aún si pertenecen al núcleo atómico, que es a donde pertenecen las partículas residuales de la estrella desaparecida.
Esta gran resistencia contra la radiación estelar que ofrecen estas partículas, se debe a que al estar sueltas, no incluidas en los átomos, tienen una masa muy grande en comparación a su reducidísimo tamaño, y más si éstas pertenecen al núcleo atómico, los protones, que son casi dos mil veces más masivos que los electrones.
El inmovilismo de estas partículas junto a un pequeño movimiento de separación entre sí, que éstas producen al repelerse por ser de la misma polaridad, hace que el espacio ocupado por ellas valla en aumento. Esto hace que la cantidad de radiación cósmica que penetra dentro de este espacio ocupado por esta materia degenerada, sea mayor, lo que facilita una más pronta regeneración de esta materia, por lo que estará en menos tiempo lista para que de ella puedan formarse nuevos astros. Esta es al parecer la forma que tienen de reconstruirse o regenerarse los átomos, después de que durante la vida de la estrella, la radiación estelar haya lanzado al espacio en forma de radiación cósmica todas las partículas y subpartículas de fuerza eléctrica negativa que los átomos tuvieran. Este proceso debe ser muy largo si tenemos en cuenta la enorme cantidad de partículas de este tipo que la estrella habría perdido y el ritmo tan lento con que la radiación cósmica ha de reemplazarlas.
Una ves que la radiación cósmica termina de reconstruir los átomos, éstos han recuperado y puesto alrededor de su núcleo todas las partículas que les faltara, con lo que habrán recuperado también el volumen necesario para ser movidos por la radicación estelar.
La construcción y la destrucción de los átomos, que como sabemos, cada elemento químico tiene un número diferente de protones, que será siempre igual al de electrones; lo que son los átomos correspondientes a elementos más complejos como son los sólidos, parece ser que se construyen y se destruyen dos veces durante la vida del astro, mientras que los de los elementos gaseosos lo hacen sólo una vez. Esto se debe a que los átomos de materia sólida, de la cual se componen en todo o en parte los planetas telúricos, se destruyen en la implosión en que el astro se forma, y se reconstruyen en la segunda etapa de la vida del astro con la radiación cósmica. Después, esta materia vuelve a quedar gasificada y los átomos destruidos cuando la estrella central ha aumenta tanto de volumen que ha invadido la órbita de cada planeta. Por último vuelven a recomponerse los átomos de esta materia al construirse con la radiación cósmicaexterna, los átomos de la estrella, si bien en este caso todos los átomos quedan formando una masa gaseosa, que es en lo que todo elemento químico se convierte cuando sus átomos se disocian y se vuelven volátiles.
Una vez que los átomos hayan recuperado todas las partículas que a cada uno les corresponda y estén por tanto completos, tanto los de la estrella como los de los planetas habrán adquirido el volumen necesario para que la radiación estelar o de cualquier fuente luminosa los mueva, ya sea en la dirección de la luz o en la dirección que se mueva la fuente luminosa, y en forma de gas permanecen moviéndose en los espacios interestelares, mezclándose con otros gases procedentes de otras estrellas y de otros planetas hasta que se den las condiciones adecuadas para reunirse en cantidad suficiente y alcancen la densidad necesaria para que, valiéndose de la fuerza de la gravedad se atraigan y se condense la materia; formándose así la esfera donde ha de resultar produciéndose la implosión que construya al nuevo astro al destruirse en la implosión los átomos. Si el astro que se forma ha de ser total o parcialmente de materia sólida, los átomos correspondientes a esta materia se irán reconstruyendo durante la segunda etapa de su vida. Al reconstruirse alcanzan su mínima densidad y suben por ello hasta la superficie o se sitúan inmediatamente debajo de la capa de roca sólida que el planeta haya formado en su parte más externa, su litosfera, donde solidifican y se unen a ella, haciendo que ésta vaya aumentando su espesor.
Los átomos correspondientes a la materia sólida, son lo que podríamos llamar los “ladrillos de construcción cósmica”, ya que de ellos está compuesta esa materia que da solidez a los cuerpos planetarios; que además de tener como ya hemos dicho, la particularidad de destruirse y de reconstruirse, o lo que es igual, de degenerarse y de regenerarse dos veces en cada ciclo cósmico (1) frente a los de los gases que sólo lo hacen una vez, tienen también propiedades muy especiales, de las que la Naturaleza del Universo se vale para realizar trabajos muy selectos, como es por ejemplo facilitar la formación de los planetas. La formación de los planetas del Sistema Solar, fue posible gracias a que los átomos de los que habían de formarse los silicatos y otros componentes sólidos, fueron expulsados del gran cúmulo de gases del que había de formarse el Sol. Y aunque no sabemos la razón de por qué estos átomos no se incluyeron en el resto de la materia solar, lo que sí es cierto es que de no haberse separado, el Sol no habría tenido a su alrededor el sistema de mundos que tiene, entre los que se encuentra la Tierra. Otra propiedad muy importante en estos átomos, es la tendencia que tienen a reunirse en grandes cantidades todos aquellos que pertenecen a un mismo elemento químico cuando se encuentran en el interior de la Tierra a altas temperaturas. De no ser por esta tendencia, los metales que se encuentran en el interior de la Tierra, estarían completamente mezclados con los silicatos y no sería posible su extracción y su aprovechamiento; como ocurre con todos los metales, que si bien no siempre se extraen completamente puros, sí se han acumulado en proporción suficiente para ser posible su extracción por la mano y el trabajo del hombre.
(1) Se puede entender por ciclo cósmico, el trabajo que realiza una determinada cantidad de materia y el tiempo que invierte en ello desde que se forma una estrella con sus planetas si los tuviera, hasta que con esta misma materia o parte de ella se forma otra nueva estrella después de desaparecer la anterior).
Antonio Cuenda García. 13 de julio de 2011. Más información en el Telf. 925523239
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